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Primera | Real Madrid

¡Capello, quédate!

La afición madridista se lo coreó en Barajas

<b>ACLAMADO. </b>Un centenar de madridistas dieron la enhorabuena a Capello en la T-2 de Barajas.
JESÚS AGUILERA

Capello no pudo disimular su alegría tras la taquicárdica noche de La Romareda. Nada más acabar el partido abrazó a sus ayudantes, Galbiati, Grande y Tancredi, sabedor de que está a un único paso de salirse con la suya y conseguir lo que prometió: un título. Ya en el vestuario, a Fabio le dio tiempo de felicitar a la plantilla, consolar a Torres por su lesión, pedir más información sobre el batacazo culé y abrazarse a Van Nistelrooy: el héroe. Su amuleto.

Después, compareció ante los medios, siendo ésta la única vez durante toda la temporada en la que mostró una sonrisa radiante: bromeó, se explayó, no hizo ninguna señal a su jefe de prensa (como acostumbraba) para que fuera dando carpetazo a las preguntas e, incluso, admitió el debate. Una forma de actuar propia de un hombre aliviado. Pero lo mejor para él aún estaba por llegar.

La expedición madridista llegó a la T-2 de Barajas pasadas las dos de la madrugada. Allí esperaban un centenar de aficionados para agradecerle al equipo su esfuerzo. Hubo carantoñas para todos, siendo los más requeridos Raúl, Beckham y el pichichi holandés, pero los cánticos sólo tenían un destinatario: Capello. Una melodía que hubiera desafinado hace tan sólo unos meses, ahora es indiscutible líder de ventas. Su título era claro y contundente, y su musicalidad invitaba a la reflexión. "¡Capello, quédate!".

La cara del italiano reflejaba una mezcla de sorpresa y emoción, mientras desde el autobús correspondía a este reconocimiento con aplausos. Sin embargo, su profesionalidad pronto rebajó la euforia. Su conversación con Calderón antes, durante y después del viaje fue la misma: "Solucione lo de Diarra. Tiene que jugar como sea ante el Mallorca". Capello sabe que aún queda el último escalón para sonreír. Y no quiere tropezar.

Al igual que Mijatovic, el italiano, eterno inconformista, se esforzó en no sacar pecho. Pretendía que su actitud fuera ejemplar, máxime cuando le informaron de algunas reacciones que le molestaron. En privado, entendió el estado de felicidad del presidente ya que, como le ha sucedido a él, ha sufrido mucho durante esta temporada. Lo que no le agradó tanto (o nada) fue que algunos directivos del Madrid se pasearán por los vestuarios de La Romareda ataviados con bufandas blancas. Igual no olvida que en su día algunos de ellos pidieron su cabeza...