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Primera | Atlético de Madrid 0 - Barcelona 6

El pelele Atleti revive al Barça

Hizo tres goles en 6' y aguanta al Madrid. Aguirre especuló y se llevó seis. Messi y Etoo, magníficos. La grada estalló. Pavor local: el Villarreal a un punto

<b>ETOO TAMBIÉN BATIÓ A PICHU.</b> Samuel Etoo se reencontró con el gol en el Calderón y fue el autor de uno de los seis goles que el Barça le endosó a Pichu, portero del Atlético.

Meter seis goles no es sólo ganar, es recuperar la fe, seguir vivo cuando te creías muerto, asustar a tus rivales cuando el que estaba aterrorizado eras tú mismo. Todo eso ganó ayer el Barça en hora y media. Saltó al Calderón oliendo a cadáver tras el enésimo milagro del Madrid y salió de él entre risas, mirando un calendario amable, todas las crisis olvidadas (o al menos aparcadas). La Liga sigue al rojo.

Encajar seis goles en casa no es sólo perder. Es hundirte, olvidar que sigues sexto, darte cuenta de tu dura realidad, tus miserias y mediocridades y afrontar aterrorizado las tres jornadas que restan. Así queda el Atlético tras la mayor humillación de su historia en el Calderón. No ayudó al Madrid, es cierto, pero levantarse de este golpe será difícil. Tanto hablar de batallas ajenas y ha entregado gran parte de la suya. Y se lo buscó solito.

En 39 minutos no había sucedido prácticamente nada y el Atlético se sentía feliz. Pues esa era su apuesta, que en vez de un partido de fútbol aquello fuera un guateque, todos arrimaditos a su pareja a ver si en un descuido se rasca algo y nadie pendiente de la música o, en este caso, del balón. Pero aunque los entrenadores lo olviden a menudo, es imposible convertir un juego en un martirio. Controlar el talento, el azar, la lluvia, los errores, las pasiones y los instintos es cosa de dioses y no está demostrado que existan, así que intentarlo con un boli y una pizarrita es prepotente y absurdo. Aguirre probó y en seis minutos le habían metido tres.

Su plan de control total se fue al garete en el 0-1 con un triple imprevisto: casualidad, talento y suerte. No hay plan contra eso. Fue casual que, con Maniche lesionado y Deco cambiándose las botas, ambos jugasen con diez y el puzzle ya no fuera exacto. Fueron pura calidad el imparable cambio de ritmo de Messi, la pared de Etoo y la sobria definición. Fue suerte que, por una vez, un linier aplicara aquello de no pitar ante la duda y diera validez a la posición del camerunés, en línea o no o quién sabe. Conclusión: 0-1 y el Atleti tocado.

Ya no había presión ni orden ni fe en un plan que ya no servía para nada. Cuatro minutos después, Zambrotta recibió en la esquina del área y Pichu fue a algún sitio a hacer algo que no tenía nada que ver con el partido, tal vez se le cayó una moneda o le pareció ver un duende. El italiano lo agradeció de vaselina. El Atleti, groggy. Y 120 segundos más tarde, el portero no acertó a despejar un centro de Deco ni Antonio López a no abrirle la puerta con una reverencia a Etoo. El Atleti a la lona para ya no levantarse más.

Así llegó el descanso y no sé qué le diría Aguirre a sus hombres, seguramente ni se miraran a la cara, todos culpables. El Atleti le dio la bola al Barça y le dijo juega, confiado en una contra fugaz, otro milagro de Torres. Renunció a lo que mostró en Getafe y olvidó que tal vez puedas contener a Messi, Etoo, Ronaldinho y cía si tienen el balón media hora, pero estás muerto si se lo regalas 90 minutos. Puras matemáticas. Y cuando se quiso dar cuenta de esto ya había perdido. Sólo quedaba salvar el honor. Pero ni eso.

Humillación.

El Atleti había despertado al gigante y éste no estaba por la labor de desaprovechar la inesperada resurrección. No bajó el ritmo, jugando un rondo con sus rivales, que a su habitual falta de fútbol unieron una infame ausencia de sangre, interés y dignidad. Sólo Torres corría de esfuerzo baldío en esfuerzo baldío, desesperado con sus compañeros mientras la grada les llamaba mercenarios. Un suplicio.

Y los goles siguieron cayendo. Pared de Ronaldinho con Etoo y el brasileño que volvió a sonreír. Otro de Messi, tras un extraño baile de Pichu. Puntilla de Iniesta otra vez gracias al camerunés, que ayer parecía Laudrup. En el palco, Sabina se fue porque escribió lo de qué manera de sufrir, pero todo tiene un límite. Y Serrat sonreía porque nunca pensó que fuera a ser un gran día. Pero lo fue y el Barça sigue al acecho de un error del Madrid. Como el Atleti, que se aferra más al horrible calendario del Villarreal (visitas a Valencia y Sevilla) que a su fútbol. Por cierto, si alguien lo encuentra perdido por las calles, que llame a Aguirre. Lo debe estar buscando.