Han pasado 25 años, pero Naranjito sigue vivo fruto de ese revival en el que los chavales lucen a Mazinger Z o a Maradona en sus camisetas. Nació en Sevilla, junto a la Plaza Nueva. Fue allí donde al publicitario José María Martín Pacheco le llegó la inspiración. "Vi las naranjas y me pregunté ¿por qué no? Quería evitar lo del toro y la pandereta como mascota del Mundial", comenta Martín Pacheco, quien dice que firmó un contrato "leonino". "Me dieron un millón de pesetas a mí y a la agencia; luego, la Federación vendió los derechos a una empresa de merchandising por 1.400 millones".

Suena a nouvelle cuisine, pero Naranjito estuvo hasta en la sopa. Todo eran naranjitos en la cabeza de un publicitario que ahora, veinticinco años después, no tiene "un solo naranjito en toda la casa". "Acabé saturado, la gente me pedía naranjitos, pegatinas, llaveros...". Y eso que en su día, Naranjito fue bastante criticado: "Le dijeron de todo menos bonito...", afirma Pacheco. La semana pasada, en Madrid, un coche lucía una pegatina de Naranjito. A Martín Pacheco le sorprende, aunque nada comparable a cuando lo vio por primera vez en televisión. "Tras el trabajo solía tomarme unas cañas con mis compañeros en un bar junto a la agencia. De pronto, en el Telediario dijeron que el Mundial 82 ya tenía mascota... y allí estaba Naranjito. Me quedé alucinado", dice Martín Pacheco, que confiesa que aquella noche "las cañas se alargaron un poquito más".

Aunque nada le sorprendió tanto como cuando vio a su cítrico del alma en Sofía, Bulgaria. "Soy sevillista y viajé a un partido de la UEFA. Y, de repente, en una callejuela me crucé con un chaval con un Naranjito en la camiseta. Increíble". Naranjito había cruzado el Telón de Acero. Increíble.