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Primera | Atlético de Madrid 0 - Betis 0

El Atleti no supo y el Betis no quiso

Los rojiblancos, incapaces ante el autobús rival Luis Fernández nunca buscó ganar Lesiones de Torres y Leo Franco Regresó Petrov Europa se complica

<b>OJOS CERRADOS. </b>Zé Castro, Pablo y Rufino, en un salto.

Considero, y sé que me traerá problemas decirlo, que la fidelidad está sobrevalorada. También creo que la monotonía y la rutina se olvidan como motivo más habitual de crisis y rupturas. Este Atlético va camino de convertirse en un ejemplo de manual de esta teoría. Ya me contarán ustedes si los 40.000 fieles irredentos que ayer pasaron del puente para ver en el Calderón el enésimo fiasco de su equipo no se sentirían hoy más felizmente atléticos si se hubieran permitido una pequeña aventura. Pues eso. Y como van mil desastres similares en los últimos años, la grada comienza a cansarse y el divorcio acecha. Al tiempo. La afición más fiel del mundo está hasta el gorro.

Eso sí, el Betis tampoco puede sacar pecho por el puntito que lastimosamente arañó. Luis Fernández se aferrará a que en situaciones desesperadas todo vale y el empate es oro. Tal vez sea cierto. Pero el suyo fue el equipo más cobarde que ha visitado el Manzanares esta temporada. Y uno no puede evitar la sensación de que si va a por el partido se lo lleva, teniendo en cuenta el estado de permanente desconcierto del Atlético. No lo creo, pero si al Betis le acaban faltando dos puntos, se acordará de ayer.

Los sevillanos se italianizaron a través de su camiseta azul oscura, pero si querían parecerse al Inter fracasaron. A lo sumo fueron el Atalanta, que comparte colores pero no talento con los milaneses. Luis Fernández salió con tres centrales y dos laterales que debían pensar que estaban jugando al voleibol y pisar la raya del mediocampo ya era falta. Jamás la cruzaron. Por delante, tres mediocentros, Fernando buscándose la vida y Robert, bueno, pues intentando (sin conseguirlo) no estorbar demasiado.

La cosa empeoró con los minutos. A falta de casi media hora, Luis Fernández quitó a su único punta para meter a Vogel, otro pivote, y el broche llegó en el 79', cuando el Betis sacó una falta lateral próxima al área rojiblanca y subieron a rematar ¡¡¡dos jugadores!!! Ni saltaron, claro. Una aberración. Lo del francés, unido al mexicano Aguirre, al italiano Capello y varios más, me hace solicitar que, conmemorando el 60 aniversario de Cruyff, sólo se permita importar entrenadores holandeses. Por favor.

El caso es que el Betis le plantó al Atleti la gran muralla china y éste se estrelló sin remisión. Claro que se habría llevado el mismo golpe si le ponen enfrente una empalizada del fuerte de los clicks de Famobil. Ni Rompetechos choca con tan poco, su carencia de recursos ofensivos es alucinante. El final de temporada para los rojiblancos se presenta estremecedor. Nervioso, cogido con alfileres y encadenando ahora salidas a Montjuïc y Getafe y la visita del Barça. Como la lesión de Torres le haga perderse algún partido, peligra hasta el séptimo puesto.

El regreso.

La única alegría y el clavo ardiendo al que aferrarse ahora para los atléticos fue el regreso de Petrov (el de Maxi está en el aire). El búlgaro falló la ocasión más clara del partido cuando remató alto con la derecha, solo ante el folclórico Doblas, que debía estar de Feria porque cada vez que salía daba palmas en el aire. Pero Petrov le dio al Atleti velocidad, profundidad y descaro, tres cosas que no se habían visto últimamente más allá de las permanentes apariciones de Torres que, antes de lesionarse, rozó otro gol de antología, salvado in extremis por Doblas.

El resto fue lo de siempre. Jurado amagando sin dar, Galletti admirablemente entregado y desesperadamente desacertado, Agüero perdiéndose en regates lejanos... La nada. Salvó un punto porque enfrente estaba la nada de nada. Y eso que el Betis pudo ganar aprovechando los dos regalos defensivos del Atleti en cada partido. Pero Sobis cruzó demasiado y Odonkor corrió tanto que cuando llegó ante Pichu (inédito tras entrar por Leo) ya no sabía donde estaban ni el balón ni la portería. Hubiera sido un premio injustísimo para su cicatero entrenador y demasiado castigo no para el Atlético sino para su dolorosamente fiel afición.