Una cola interminable delataba que algo se está cociendo en el Estadi Olímpic. ¡Vamos! Mañana es el día. Y los hinchas blanquiazules, orgullosos de ser los únicos representantes catalanes vivos en competiciones europeas futbolísticas. Nadie se lo quiere perder. Se rozan ya los 40.000 hinchas deseosos de desmontar la máquina alemana. ¿Respeto? Todo el del mundo. ¿Miedo? Ni una sola señal. A estas alturas de competición están los mejores y el Espanyol de Ernesto Valverde tiene muchas papeletas en esta rifa: es el único que no ha perdido un solo partido desde que arrancó la Copa UEFA y además tiene al Pichichi de la competición: Walter Pandiani.

40 mil mañana y desde hoy un reto: que los pericos (y gentes de buena voluntad) cuelguen en sus balcones la bandera blanquiazul. Cataluña, engalanada. La idea se viene cociendo desde hace unos días y hoy es el del arreón final. La ocasión lo merece. Dani Sánchez Llibre está informado de todo lo que se está cociendo. Cada minuto su teléfono suena para saber las novedades. Tiene la garganta afinada. Como todos. No hay amigdalitis (tan habitual en estos meses) que se resista a ningún aficionado. Ilusiona saber que varias lonas desaparecerán, dejando libre las localidades cercana al gol norte, zona acotada por los inagotables chicos de la Curva Jove en Montjuïc, la caldera.

El mensaje. El del presidente es claro: "El equipo se lo dejará todo y no nos fallará. Todos tenemos muchísima ilusión por llegar a la final. Los alemanes son buenos, pero este equipo ha demostrado que es capaz de todo. En el Olímpic no conocemos otro resultado que no sea la victoria, aunque sí que se debe atender que los alemanes son muy buenos y que los respetamos muchísimo".

Señoras y señores, Montjuïc debe reventar. Mañana Barcelona deber más que nunca blanquiazul. 40.000 almas gritando: "Espanyol, Espanyol".