Dijo que "no", que no le parecía para tanto y que su gol no se podía comparar con el de Diego Maradona. Idolatrado por el barcelonimo y cada vez más por los amantes del buen fútbol, Leo Messi celebró el jueves por la noche el primer golazo que le hizo al Getafe la noche del miércoles en el Camp Nou. Lo hizo en uno de los barrios de moda de la capital catalana, en El Born. Tenía previsto ir al restuarante a Las Cuartetas, un templo argentino de un muy buen amigo de los Messi, pero la presión mediática hizo que cambiara de lugar a última hora.

Entre los invitados (además de su padre, Jorge) estuvo Pablo Zabaleta, un futbolista argentino del Espanyol que lo adora y que se siente feliz de tenerlo entre sus mejores amigos. El lateral perico ayer aún se daba "cabezazos" contra la pared por no haber visto el gol en directo. Dicen los que estuvieron que el Pulga se sentía emocionado y que trataba de recordar el tanto, que sólo había visionado una vez, tras el partido.

Entre foto y autógrafo, Messi admitió que su gol había sido brutal y puesto en pie a toda Barcelona y posiblemente a medio mundo. Su humildad le frenó ante la prensa, pero con su gente se dejó ir. No podía aguantar más.