Un repaso de Primera

Los objetivos de ambos equipos eran igual de vitales, pero sólo el Valladolid pareció entenderlo. Aunque el ascenso ya lo tiene en el bolsillo, su empeño en hacer el trabajo bien hecho es su obsesión. Su forma de vida. Ante el Castilla mostró sus mejores virtudes el mismo día en el que los de Michel las tenían guardadas con llave. De todas ellas se sirvió para acariciar un poco más la Primera y de paso hundir a los madridistas. Una condena para el filial blanco que hace meses parecía tan sólo una amenaza y que, de no cambiar, se convertirá en una pesadilla al final de la Liga.

Los de Mendilibar supieron manejar el partido a su antojo y aprovechar la falta de ambición del Castilla, que aún no es consciente de lo sencillo que es descender. Y de lo que cuesta regresar. Esta tarde, si el Elche logra puntuar, se meterá en el pozo.

Es cierto que ante un rival tan armado como el pucelano es complicado maniobrar, pero ayer quedó patente que al Castilla no le benefician ni los equipos ofensivos como él. Como tampoco antes le hicieron sentirse cómodo aquellos que se encerraban, los que presionaban o los que sobrevivían con pelotazos. Igual, esto sólo fueron excusas. El problema no es el estilo de su adversario, sino su mentalidad. Inmadura en ocasiones. Como ayer. Al equipo le mató la misma desidia de otras tantas ocasiones y no se vació como es su mínimo deber.

El primer gol vallisoletano es una muestra de los continuos despistes que se denuncian. Antes de que Llorente cabeceara a la red sin oponente, Víctor y Capdevila pusieron el balón en juego por sorpresa en una falta lateral, aprovechando que sólo Palencia atendía. Mientras, la zaga avanzaba de espaldas hacia el área meditando que parcela ocupar. Cuando Capdevila centr ya sólo quedaba lamentarse.

Con la seguridad con la que jugaba el Valladolid tras el gol era improbable la reacción blanca. Pero un error ajeno le dio otra vida. Un ex, Borja Fernández, convirtió en asistencia lo que era una cesión a sus centrales. Mata, receptor del regalo, asistió a Negredo para que lograse su decimotercera diana. Pero el Castilla pidió perdón por empatar.

Volvió a entregar las armas y, ante tanta pleitesía, Llorente sentenció merced a un nuevo error, firmado esta vez por Agus. El central controló mal y dejó que Víctor le robara la cartera. Tras su pícara acción, el ariete no abusó y sirvió a Llorente para que éste marcase a placer.

Pero Víctor no podía marcharse sin mojar y lo hizo cuando más difícil parecía y de la manera más preciosa: empalmando una volea tras un centro medido de Capdevila. Con ella le sobró el segundo tiempo al Valladolid, como también le sobrarán el resto de partidos. Merecidamente, ya es de Primera División.