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Primera | Atlético 1 - Mallorca 1

El Atleti no hizo honor a Torres

El Niño fue el mejor y abrió el marcador. Arango empató tras un error defensivo. Demasiado premio para el Mallorca. Al Atlético se le complica la UEFA

<b>UN MURO. </b>Antonio López intentó sorprender de falta al Mallorca, pero la defensa mallorquina estuvo muy seria en todo momento.

Se suele decir que los jugadores pasan y los clubes permanecen, que ningún futbolista es indispensable. Bien, es cierto. Pero cuando uno piensa en el Atlético del último quinquenio, por lo menos titubea. Porque sin Fernando Torres esta travesía por del desierto, que aún con él parece eterna, hubiera sido infernal, con algún nuevo coqueteo con el descenso y, seguramente, sin un sólo niño haciéndose del Atleti desde los tiempos de Kiko. Pasan los años y la vida sigue igual. Ayer, el Atleti no podía permitirse un tropiezo ante el Mallorca si quería soñar con la Champions y no tener pesadillas con Getafe, Recre y, sobre todo, Racing en la lucha por la UEFA. Bien, como casi siempre, sólo Torres pareció entenderlo. Y, por bueno que sea, con uno sólo no basta. Empatito y a sufrir. El que más por supuesto, el Niño.

Ballesteros, junto al osasunista Cuéllar, uno de esos centrales con los que Torres siempre tiene tardes especialmente accidentadas, vio venir pronto el peligro y se puso el casco y las coderas. El capitán rojiblanco embestía como un búfalo por todos lados, un ejército de un solo hombre. Al tercer aviso, gol. Un gran pase de Jurado entre el central y el lateral izquierdo, aún con la caraja de la siesta, y Torres que aparece con un buen desmarque y la pica con suavidad por encima de Moyá. Celebración muy sentida tras la semana movidita y mano al escudo rojiblanco sobre el corazón, que en su caso son lo mismo.

Era el minuto 15 y el Atlético se dejó llevar porque la tarde se presentaba plácida. El Mallorca era un clon del equipo de Aguirre pero aún más romo. Tocaba y tocaba la pelota para no llevarla a ningún sitio transcendente. Jonás, muy vertical, nunca encontraba un socio a sus cabalgadas. Ibagaza se acomodó a su modo de ahorro de energía: un taconcito por aquí, una falta bien tirada por allá, mucho estilo y poca sustancia.

Mención especial en el apático juego mallorquín se merece Arango, que dio la sensación de ofrecer la reacción opuesta a la misma situación que Torres, la de un jugador que se sabe por encima de las posibilidades de su equipo. El venezolano parecía preguntarse constantemente qué hacía él allí y se desinteresó del juego durante casi todo el rato. Eso sí, si el balón le llegaba como por casualidad, creaba más peligro que sus diez compañeros juntos. Lo que, siendo sinceros, tampoco es decir demasiado.

Mientras su rival peloteaba, el Atlético se mostraba encantado, esperando a sentenciar en una contra que parecía inevitable que llegase, al menos mientras Torres siguiera por allí persiguiendo cada balón como si le fuera la vida en ello. Y le iba, pero aún no lo sabíamos. Durante la primera parte, Leo Franco podría haber estado charlando tranquilamente con Eller sobre sus respectivos peluqueros. Ni un tiro a puerta. Pero...

El empate. Pero esto es el Atleti. Y no me refiero a manidos tópicos sobre pupas y mala suerte, sino al ya acostumbrado garrafal error defensivo de cada partido, que no es culpa de azares y providencias sino de falta de cabeza y de atención. Esta vez fueron Jurado y Antonio López quienes se liaron para regalarle el balón a Víctor, que llegó solito a la línea de fondo y centró para que Arango, con Perea despistado, marcase a placer. Un remate, un gol. Goyo Manzano en estado puro.

A partir de ahí, el partido se convirtió en un despropósito dirigido con gran talento en estos menesteres por Pérez Lasa, un curioso árbitro que, ante su incapacidad para frenar la creciente violencia, se limitaba a mirar a los jugadores con una descacharrante cara de perdonavidas mezcla de una parodia de Stallone y un señor sufriendo una mala digestión. Tremendo.

Entre patada y patada, el Atlético, ya con Agüero sobre el campo y con el Niño aún plenamente inmerso en su cruzada pero dando claros síntomas de agotamiento, se las apañó para crear tres ocasiones claras, pero era tarde y mal. El Mallorca se llevó así un punto que no mereció, pero sí fue justo castigo para el Atleti perder dos, por blando, por aburrido y por conformista. Menos Torres, claro. Como en los últimos cinco años: un ejemplo.

El detalle: Luccin llamó tonto al árbitro

Luccin fue expulsado con roja directa después del pitido final. Pérez Lasa lo reflejó así en el acta: "Una vez finalizado el partido y cuando nos encontrábamos aún en el terreno de juego se dirigió a mí diciéndome: "Árbitro eres tonto, eres un tonto" se volvía a dirigir a mí volviéndome a decir: "que sí, que eres tonto, que eres muy tonto".