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Primera | Atlético de Madrid - Athletic

El Kun liquida a un mal Athletic

Decidió un golazo de Agüero. El Atlético arrasó tras el descanso. Los leones, de más a menos. Los de Aguirre sueñan con todo. Bilbao vuelve a temblar.

<b>EL NIÑO IMPARABLE. </b>Torres fue el atlético más activo, con arrancadas continuas frente a las que poco pudieron hacer Sarriegi (6) y Expósito (2). Sólo le faltó suerte en el remate.

En esa jugada no había nada. Era un centro de Seitaridis destinado a morir a los pies de Expósito, pero Agüero tenía otros planes y, como todos ustedes saben, es inútil discutir con los niños y con los genios. Si se juntan las dos cosas en el mismo cuerpo, como es el caso del diablillo argentino, ya ni les cuento. Así que el Kun le hizo el lío al central y con un sólo toque le birló la cartera y se colocó la pelota para batir a Aranzubia y hacer justicia. Porque por entonces el partido ya se jugaba cuesta abajo, con el buen Athletic de la primera parte diluido como un azucarillo.

Mané había trazado un plan, que comenzó funcionando como un reloj. Como el Atlético no tiene pasadores, adelantó la línea defensiva. Como el Atlético no tiene salida de balón sin Zé Castro, presionó muy arriba. Como el Atlético es incapaz de defender los balones aéreos, buscó las faltas laterales y los córners. Pero al técnico se le olvidó un detallito: Isma Urzaiz. Un detalle de 1,90 y habitual suplicio colchonero, pero en fin. Entrenadores...

Así que el Athletic disparaba sin balas, con Leo Franco esquizofrénico, sin saber si le defendían los de rayas o los de negro. Dos jugadas condenaron a los leones. En el 14', una magnífica falta de Yeste (debería ser delito que escatime tanto esa zurda), en la que Gabilondo apartó la cabeza cuando la pelota le iba a dar directamente en la frente. Si se queda quieto es gol. Y en el 33', Perea y Pablo hicieron una del circo Price para dejársela a Aduriz, solito, en la frontal del área pequeña. Pero el delantero, aquí un amigo, la lanzó a una zanja de la M-30. A Leo ni se le movieron las rastas.

Mientras, el Atleti atacaba como vaca sin cencerro. Todos corrían y corrían sin prestar atención a por dónde andaba el balón, que irremediablemente terminaba quedándose atrás ante la velocidad descontrolada de los rojiblancos. El equipo de Aguirre más que joven es un adolescente, tiene tanta prisa por llegar que se olvida de buscar el camino adecuado. La pausa no existe. Es entrañable, emocional, prometedor, pero aún muy inconsistente

Así, la primera parte fue una pelea de peli mala de kung-fú. Todos fingían golpes espectaculares, pero en realidad ninguno pasaba cerca del rostro del contrario. Pero tras el descanso, cambió el panorama. Se está convirtiendo en una extraña y peligrosa costumbre del Atlético regalar las primeras partes y ayer volvió a hacerlo. Al vestuario se fue una banda y de él emergió un equipo sobremotivado. El Athletic, tiernecito, se encogió a ojos vista.

Pero aún tenía fe, ya que el Atleti disparaba a puerta con los ojos vendados. Sus diez primeros disparos, casi todos surgidos de las incontestables arrancadas de Torres, no fueron a portería. Así que el Kun, quizás aburrido, comenzó a inventarse cosas. Es un tipo curioso. Él está por allí con pinta de despistado, pero la realidad es que se disfraza de Clark Kent para disimular que es Supermán. Es un espíritu libre, pero le sueltas en mitad de la jungla con una cantimplora, un huevo duro y una navaja suiza y en dos semanas construye Nueva York. Así que fabricar un gol le parece algo menor. Pregúntenle a Expósito: no había nada y 1-0.

Sin reacción. Pese a que Aguirre sometió al aficionado atlético a una terapia de agua ardiendo-agua helada, dando entrada a Galletti justo tras el gol, el fin de fiesta fue plácido en el Calderón. Mané metió a Urzaiz, pero ya era tarde, con Yeste, Javi Martínez y Etxeberria de vacaciones anticipadas. Las desapariciones del primero son habituales y Etxebe parece para pocos trotes, pero la dimisión del joven navarro fue especialmente frustrante, por las ganas de Murillo e Iraola de encontrar un socio y las nuestras de ver a la joya. Otra vez será.

La quinta de 1988 ya lució bastante ayer con Agüero. Expósito, desquiciado, le dio un codazo que Clos Gómez obvió cuando era penalti y roja, pero ya daba igual. El Athletic ya estaba destinado a una semana de tembleque, metido de nuevo en el lío del descenso. Y el Atleti, pese a sus pecadillos de juventud, sigue soñando con todo en vísperas de su doble duelo con Sevilla y Madrid. Con su geniecillo cualquier cosa es posible. En esta Liga loca, el Kun es un gran as en la manga.