Copa del Rey | Osasuna 2 - Atlético 0
Puñal rugió y Aguirre tembló
Osasuna pasó con dos goles del pivote. Agüero y Jurado fueron suplentes. El Atlético sólo reaccionó cuando entraron. Muñiz no pitó un penalti al Kun
Aventurábamos un gran partido, un cuerpo a cuerpo entre dos pesos pesados, pero no lo fue. Osasuna sí respondió al guión, salió a toda mecha, presionando como si no hubiera mañana, buscando la portería de Pichu sin recordar que llevaba ventaja (1-1 en la ida), pero el Atlético se rajó de manera miserable. Lo hizo antes de empezar, cuando Aguirre decidió dejar en el banquillo a Jurado (para situar a un lateral como falso centrocampista) y, sobre todo, a Agüero. Al sentar al Kun también hipotecó a Torres y al matar al Niño destruyó a su equipo. Gran carambola. Media hora después, Osasuna había resuelto la eliminatoria con un Puñal magnífico.
Si mañana nos sentamos con Aguirre y nos explica con una pizarrita las razones por las que tocó lo que funcionaba a la perfección, lo mismo hasta suena razonable. Claro, que para que tanta palabra cobrara sentido sería indispensable que estuviera jugando al PC-Fútbol y no al de verdad. Porque en el ordenador (y parece que en los entrenadores) la inteligencia es artificial, las emociones y las sensaciones no se pueden programar, así que no importan. Pero en el fútbol real son la clave.
El Atlético necesitaba marcar sí o sí para pasar la eliminatoria, pero el mensaje que el técnico implantó en el subconsciente de sus hombres antes del partido fue "olvidad todo lo que habéis hecho bien hasta ahora, ignorad la exhibición en Vigo con Torres y Agüero como pareja imparable y Jurado ayudando a Luccin a que el balón fuera nuestro. Olvidad todo eso, olvidad ganar por merecimiento, fútbol y valor. Defended y rezad. Que la suerte os acompañe, jóvenes infelices. Porque, si no...". Transmitió una idea cobarde y creó un equipo a su imagen y semejanza.
A la misma hora en la caseta contraria, Ziganda mandaba el mensaje opuesto. Se esperaba que jugase con un solo delantero, pero sacó dos arietes de los de toda la vida, Soldado y Milosevic, o, lo que es lo mismo, "a por ellos, mis valientes". Y en ese instante en esos vestuarios se decidió el ganador. No parece difícil adivinar cuál fue, ¿verdad?
Osasuna saltó al campo sabiendo que no tenía que preocuparse por la banda izquierda rival, que el balón era suyo y que la pesadilla llamada Aguëro comía pipas, desconcertado, en el banco. Por si fuera poco, la decisión de Ziganda de meter dos toros en el área rival fue un suplicio para Zé Castro y Perea, dos centrales que flojean por arriba. La pelota no salía del terreno visitante y el gol llegó porque no había más remedio. Y porque el Atleti defiende fatal todos los balones parados, incluidos los saques de banda.
En uno de ellos, la pelota acabó botando por la frontal para que Puñal la enganchase de vicio con la izquierda. Directo al mentón atlético. Diez minutos después, en el 26', Seitaridis arrolló a Corrales en el área, no cargó: se lo cargó. Penalti claro, Puñal que ni titubea, 2-0 y el Atleti a la lona. El resultado del planteamiento defensivo era desolador y Aguirre ni siquiera se atrevió a reconocer su error en voz alta, con un cambio inmediato, prefirió esperar a la oscuridad del vestuario en el descanso. Allí tuvo que deshacer el estropicio que había formado y metió a Jurado y Agüero. Demasiado tarde.
Reacción tardía. El Kun pareció empeñado en desenmascarar a su entrenador y él solito despertó al Atleti. De repente, Osasuna sintió inquietud por primera vez. Agüero es un desestabilizador de primera magnitud, Chicho Terremoto con guantes, pero no hace milagros. Al menos, no siempre. Tal vez hablaríamos de distinta manera si Muñiz y su juez de línea, Rompetechos, hubieran señalado un penalti tan evidente de Josetxo al argentino que pasa directamente al libro de oro de los Expedientes X de árbitros, esos seres incomprensibles.
Casi tanto como los técnicos, jugando a ser dioses controlando lo incontrolable. Aguirre intentó atrapar el agua y cuando abrió la mano no tenía nada dentro. Ziganda confió en el talento, dio una palmadita en la espalda a sus chicos y buscó la victoria, que logró con justicia. El alumno le dio una buena lección al maestro. Hará bien en recordarla.
El detalle: Muñiz enfadó a ambos equipos
El partido se calentó en la segunda parte y Muñiz Fernández no dio la talla. Ya antes del descanso no vio un empujón de Nekounam a Perea en el área, pero la cosa fue a peor. Soldado reclamó una pena máxima del colombiano, que tocó al balón y al delantero. Pero el error más flagrante fue un penalti de Josetxo al Kun que vio todo el estadio menos él y su línea. Fatal.