Primera | Barcelona 1 - Atlético 1
El Kun anuló el show del Barça
Agüero igualó el gol inicial de Ronaldinho. Los de Rijkaard arrasaron en la primera parte. El Atlético se rehizo en la segunda. Confirmación de Zé Castro
Sigue la fiesta. El Atleti volvió a mojar en el Camp Nou y si el Barça no le ganó ayer puede que ya no lo logre jamás. Porque durante 45 minutos abusó de su rival y tras el descanso, cuando el jet-lag o el miedo o alguna fuerza extrasensorial atenazó a los de Rijkaard y la cosa se igualó, siempre se mantuvo un puntito por encima. Dio igual. Con media docena de camisetas azulgranas persiguiendo a Torres como si fuera Miss Universo, descuidaron al Kun. Craso error.
Agüero había avisado que pensaba liarla y a los chicos de calle no les gusta dejar promesas incumplidas. Le bastó con una. Luccin, de nuevo el jefe, arrancó y vio el hueco. Pase en profundidad perfecto y allí apareció el pequeño Kun para definir de un toque con el exterior. Y ese ligero ruidito, tac, al Barça le sonó como un balazo. Ya no se levantó. Y el Atleti, que tampoco suele cometer locuras, dio por buena la paz. Un puntito y Navidades en Champions. No está nada mal.
Pero volvamos al principio. El Barça salió con la fe irracional de quien afronta una misión cuasidivina: propagar El Fútbol, así, con mayúsculas, ese que ya sólo juega él y que estaba en entredicho tras el fiasco japonés. Por un lado, por otro, estaban en todas partes como ninjas de colores. Xavi, Deco e Iniesta tocaban y se movían como si no existiera mañana y el Atlético parecía a punto de ponerse a aplaudir. Sólo Torres, al que ya nada del Barça le impresiona, no se dejaba impresionar por el espectáculo. Tres arrancadas del Niño recordaron viejos fantasmas a la grada, que le respeta con ese silencio denso que los campos sólo ofrecen a los grandes rivales. Pero el miedo no fue a mayores.
Y llegó el 1-0, un suicidio en masa del Atlético. Primero, Galletti, que debería correr menos y pensar más, regaló una falta innecesaria en la frontal. Con Ronaldinho eso es un penalti. El brasileño agarró el balón y todo el universo atlético se puso a temblar, menos Leo Franco. Debería haberlo hecho. Quizás confiado por el fantástico nivel que ha alcanzado, tal vez por un mero error de cálculo, el portero colocó la barrera con cierta displicencia, poca gente y demasiado a su izquierda. Dinho pensó en tirarla de espaldas o dejar que la sacara otro, casi ofendido por tantas facilidades. Pero ya que estaba... Vio que Leo se movía un paso hacia el centro y la clavó por el palo del portero. Un gol casi rutinario para él.
Se hablará de fallo de Leo, que lo hay, pero con dos manos es imposible tapar todos los agujeros en un lanzamiento de Ronaldinho cuyo repertorio parece infinito. Ayer, amén del tanto y la habitual colección de regates imposibles, se sacó de la chistera un pase de gol con el pecho que Gudjohnsen, contagiado del mago, intentó remachar de media chilena. El asunto concluyó con una aparatosa patada al aire del islandés. Los genios lo son porque hay muy pocos.
Así, el Atleti se fue al vestuario con la sensación de que le habían regalado una segunda oportunidad, de seguir vivo sin saber muy bien cómo. Y el equipo de Aguirre, con todas su carencias, de corazón anda sobrado. Mista entró por Jurado para dotar de experiencia al grupo, ya que Maniche andaba de visita turística al Camp Nou. Pero la mejora empezó por atrás. Valera, que había entrado por el lesionado Seitaridis, le cogió el truco a Ronaldinho y le fue oscureciendo poco a poco, hasta que se desvaneció entre protestas y enfados.
Aquí un central. Pero el descubrimiento del partido fue Zé Castro, que ayer nos calló de un plumazo a todos los que sospechábamos que era blando. Tal vez nos dejamos llevar por la cinta y la cara de niño, pero el portugués estuvo portentoso. Listo, rápido al corte, bien colocado y sacando el balón con criterio. Un gran central en ciernes, que lideró al Atleti cuando reculó tras el empate y Medina Cantalejo sembraba el caos, cortando sistemáticamente las acciones peligrosas de unos y otros. Me dirán perro viejo, contestaré cobarde.
Más no quiero hablar de mediocres pues el partido no lo mereció. Se enfrentaron un equipo maravilloso, el Alí de esto, bailando más que sudando, y un noble rival, consciente de sus limitaciones pero que siempre da la cara y sigue creciendo, con un Torres inquebrantable como luz y guía. Y decidieron dos genios, Ronaldinho y Agüero. Una gran manera de empezar la Navidad.