Primera | Atlético 1 - Getafe 0
Torres y Leo son de pura Champions
Un jugadón del Niño originó el gol de Maniche El portero desesperó a un romo Getafe Agüero y Jurado mejoran por momentos El Atleti es cuarto
Un buen principio y un mejor final, es un recurso que funciona siempre. Con los libros y las pelis, que te enganchen de inicio y te dejen mudo con el último giro. Con los exámenes, que en las primeras líneas parezca que sabes de lo que hablas y en las últimas que las mentiras anteriores cobren cierto sentido. Con las noches importantes, elegir el sitio ideal para cenar y acertar sin titubeos el momento perfecto de dar el paso definitivo. Con el fútbol, un portero que te aporte tranquilidad y un delantero que te dé los puntos. Leo Franco y Fernando Torres, vamos.
Agarrado a ellos el Atleti vuelve a estar en Champions. En realidad, los dos actores principales son los mismos que en las temporadas anteriores, pero el reparto de secundarios ha mejorado notablemente. Ayer, ante un Getafe verde pistacho en la equipación y verde chillón en ataque, Aguirre dio un paso adelante que debería marcar un antes y un después en su equipo. Dio galones a Jurado y el gaditano respondió. Su mejoría física es evidente y ya se sabe que los entrenadores son tíos de la vieja escuela: lo que más les importa es el físico, no la inteligencia.
Con Jurado haciéndoles llegar el balón en condiciones por primera vez en eones, Torres y Agüero se dieron un festín. Al fin han entendido los pormenores básicos de toda pareja: si cada uno respeta el espacio personal del otro, las pocas veces que te juntas todo va como la seda. El Niño se abre a las bandas desde donde, a lo Henry, es imparable por potencia, velocidad, desborde, confianza y corazón. El Kun es menos impaciente, espera agazapado, sin aparecer demasiado, pero cuando recibe y se da la vuelta sólo puede frenarle que, a veces, de tantos recursos con los que cuenta se lía al elegir. Mientras decide, al defensa rival únicamente le queda cruzar los dedos para evitar una humillación tipo Zé María.
Amparado en su tridente y entendiendo, al fin, que donde mejor se mueve es en el caos y a todo trapo, el Atleti salió como un toro. Galletti, futbolista desordenado por naturaleza, es otro de los grandes beneficiados de este estilo. Siempre anda por medio, molestando al rival y, a veces, al compañero, pero sabes que a su alrededor siempre va a pasar algo (bueno o malo) y eso es de agradecer. Todo lo contrario que Seitaridis, que parece que juega al trote, pero va sobrado.
Es un tipo curioso el griego, una especie de Carlos Moyá del fútbol La planta le da media victoria y sus cualidades naturales la mitad. Quizás le falte sangre, pero puede que tampoco la necesite. De vez en cuando, entre bostezo y bostezo, decide que le apetece exhibirse un poco. Ayer, primero avisó con un eslálom a cámara lenta, desvencijando rivales a su paso sin esfuerzo aparente. Le falló el remate. Poco después, en el 23, se fue arriba de nuevo y le metió un pase en profundidad a Torres impropio, por medido, de un lateral.
El Niño recibió en la banda derecha, cara a cara con Alexis, el central de moda, y decidió darle un clínic gratis. Le amagó hacia dentro, se fue hacia afuera, se escapó por velocidad, le metió el cuerpo y centró perfecto para que Maniche cabeceara a placer. En cinco segundos, le explicó la diferencia entre defender a los fueras de serie y al resto. Por cierto, no duden de que Alexis aprenderá rápido.
Así que marcó Maniche, el enfadado. El portugués celebró el gol con tal mosqueo que parecía madridista de toda la vida. Hay gente para la que el mundo parece lleno de enemigos. Puede que tanta rabia no sea estética, pero hay que reconocer que al Atleti, blando en los últimos años como el final de una peli de Spielberg, le viene de vicio algo de mala baba. Eso lo lleva aportando Maniche desde el principio, pero sólo compensa si lo complementa con sus tradicionales goles llegando desde atrás. Si al fin descubre que correr sólo sirve si tiene un sitio hacia donde ir, el portugués será el complemento perfecto para el mariscal Luccin, algo sobrado ayer, por cierto.
Por tanto, 1-0 y el Atleti abría el marcador en el Calderón por vez primera en esta Liga. Un sueño hecho realidad, ya que pudo recular, ceder ese balón que tanto le quema y lanzar con espacio a sus delanteros, letales en esas circunstancias. Al éxito de este plan contribuyó en gran medida el Getafe, que sabe que hay porterías porque lo ha visto en los resúmenes de la tele. Como buen equipo de Schuster, su trato del balón es exquisito, pero perder de golpe a Riki, Gavilán y Pernía ha sido demasiado.
Tan sólo la combinación de sobreexcitación y talento de Manu del Moral, decidido a demostrar que merece regresar al Atleti, dio vida en ataque al Getafe. Pero allí estaba Leo Franco, como siempre. Hay personas cuyo silencio exige respeto, que cuando las ves en persona te parecen enormes, ante las que preferirías meterte un boli por la oreja y remover antes que enfadarlas. Leo es de ellas. Su ascendente crece por días y ha contagiado de su propio equipo al rival, al que le tiemblan las piernas cuando le encara. Ayer el Geta tiró tres veces, pero todas con mucho peligro. En todas apareció el guardameta, descomunal sobre todo ante Manu y Güiza. Eso es un líder.
Bendita albiceleste.
Enfrente, Pato no desmereció aguantando un mano a mano made in Suramérica ante Agüero y bien colocado ante Torres en la enésima jugada imposible del rojiblanco. Dice el Loco Gatti que Leo y Abbondanzieri no parecen porteros argentinos, que son demasiado serios. Es posible, pero intuyo que ambas aficiones se hinchan a reír cuando recuerdan quienes protegen sus porterías. Sendos lujazos.
En realidad, toda la segunda parte estuvo dominado por una especie de pacto de no agresión, una especie de amistoso marcado por reencuentros varios. Gabi, Pernía, Paunovic... Todos sonrientes, todos hermanados, una comedia familiar, vamos. Pero, por supuesto, el Calderón se mordía las uñas, esperando la habitual vuelta de tuerca final. El terror con el que vive esta afición es tal, que hasta llegaron a temer un gol de Contra, que, para aquellos que anden despistados, resulta que no está retirado. Pero todo tiene un límite, hasta el efecto resurrector del Atleti.
Ahí tiene mérito Aguirre, que está convenciendo a su equipo de que el mundo no está en su contra, de que su naturaleza no le obliga a la desgracias, de que eso del destino trágico son paparruchas, pero... Pero en el 93, Pachón remató solito desde la frontal del área. En ese remate la pelota se encontró indecisa, obligada a elegir entre dos tradiciones: la casi mágica mala fortuna atlética y la empírica falta de gol del Getafe. Ganó la ciencia. Balón fuera y el Atleti en Champions. Los tiempos están cambiando.