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Copa del Rey | Levante 0 - Atlético 1

Milagro del genio Agüero

Marcó un golazo en el 93' y anotó el penalti decisivo

<b>ALEGRÍA DESATADA. </b>Gabi, Luccin, Torres y Galletti corren a abrazar a Agüero después de que se inventase el gol que forzó la prórroga.

El Atlético estaba muerto y Aguirre muy tocado por un planteamiento que pasó de extraño a timorato y, finalmente, a suicida. Entonces, cuando hasta el indomable Torres había quedado tocado y hundido tras estrellar el balón en el palo en el 87', apareció Agüero. Era el último minuto de la prolongación y un despeje desesperado de Pablo botó en el área, de la nada apareció el Kun para ganarle el balón a Zé María y humillarle con un recorte seco de genio. Luego latigazo seco, gol, locura, prórroga, penaltis y justicia poética con el mismo Agüero marcando el lanzamiento decisivo.

Mi amigo Pablo, mi hermano, mejor delantero que muchos de los que han pasado por el Atleti en los últimos años, me intentaba explicar un día lo que significa marcar un gol. "¿Te acuerdas de cada noche que has pasado con una chica? Yo tampoco. Sin embargo, recuerdo cada gol que he marcado, hasta los de los entrenamientos". Y he de decir que sus números son muy superiores como ariete que como Casanova. Bueno, pues si esto es así, lo del Kun de ayer debe valer por una vida de celibato, intuyo.

Desastre inicial.

Hasta el fogonazo final, el Atlético fue una ruina. Aguirre experimentó con un centro del campo extrañísimo con Valera, Gabi, Costinha y Jurado. Naufragio absoluto. Sólo cuando Luccin entró tras el descanso los rojiblancos recordaron que debían remontar. Pero para entonces ya había regalado absurdamente 45 minutos. Hoy por hoy, el francés es como el madroño del escudo, innegociable, los cimientos. Agüero, que ayer también empezó en el banquillo, ya es el oso, el preferido de niños y mayores. Torres son las rayas.

Mientras el funcionarial Atlético se autodestruía, el Levante de los suplentes pasaba la noche más inesperadamente plácida de su historia. Courtois parecía Maradona y Tommasi impartía magisterio a los despistadísimos centrocampistas rojiblancos. Sólo alguna aparición de Jurado hacía pensar no que el Atleti pudiera marcar sino que, sencillamente, existía. Pero la cosa transcurría entre bostezo y bostezo y miradas de reojo a ver si el Cholo, en ese momento contra las cuerdas, tenía espíritu suficiente para insuflar en Argentina y en Valencia.

No hacía falta mirar tan lejos. Del banquillo saltó Agüero y todo cambió. El Atlético se convirtió en un entrañable caos con Luccin de falso lateral y Mista de incansable todocampista. Torres resucitó al ver al Kun. Llegó el palo, los uys... pero las ganas no parecían suficientes Y de repente, de la nada, apareció un genio. Eso es el fútbol.