Primera | Atlético 1 - Real Sociedad 1
El Atleti se ahoga en casa
Sin fútbol, empató con un autogol a una pobre Real
Cada cual fue fiel a su naturaleza. El Atlético pegó el petardazo que muchos intuían, ante el colista y cuando más sólido parecía. La Real, la desgraciada Real, se vio con tres puntos que no había necesitado merecer, era suficiente con dejar que las cosas del Atleti siguieran su curso. Pero cuando los rojiblancos parecían muertos, sin presión, sin juego, sin alma, Ansotegi marcó un absurdo autogol en el que se reflejó toda la mala suerte que persigue a los pobres. En un centro manso de Galletti, Bravo, impecable toda la noche, resbaló y el central cometió un error de principiante: no miró al balón, que le pegó en el pecho y entró. Un mal chiste.
La Real se ha ido a buscar un portero a Chile. Suena a sacrilegio, pero el caso es que, a pesar del desafortunado resbalón del empate, Bravo fue el héroe del partido con dos palomitas antológicas a su escuadra izquierda para desviar al palo sendas faltas de Antonio López y Pernía. Esas paradas fueron dos dagas en el ánimo ya de por sí frágil del Atlético.
Regalito.
Porque a los rojiblancos les duró el impulso de las dos victorias previas escasamente 23 minutos. Salió muy cómodo, confiado, quizás crecido, contra un colista abisal que había sacado la bandera blanca antes de empezar la batalla. Fue cuando Lotina decidió sacrificar a su mejor goleador, Díaz de Cerio, para meter un trivote fortificado, cruzar los dedos y esperar un milagro. Es un tipo listo y sabe que con el Atleti los milagros son pura rutina.
Fue cosa de Jesuli, ese jugador con aspecto de estar sacado de la peli Días de fútbol, que con tantos espacios como concedió ayer la defensa rojiblanca puede esconder su frágil físico y sacar a relucir su pierna derecha. Así le puso un centro perfecto a Gari Uranga que cabeceó alucinantemente solo ante la mirada complaciente de Zé Castro. Ahí se acabó el Atlético.
Una vez más Luccin luchó contra el mundo y nadie conectó con Torres y Agüero, dos almas en pena. Tras su aparición ante el Levante, Maniche volvió a naufragar. A veces parece que haya tomado speed, corre sin pensar y crea más caos para los suyos que sorpresa para el contrario. En pleno aceleramiento se debió ir a la calle con un plantillazo criminal a Garitano. Esas entradas destrozan carreras, pero Teixeira le sacó amarilla, igual castigo que a Ronaldinho por quitarse la camiseta para celebrar su obra de arte al Villarreal. Árbitros... Cuando Aguirre le sustituyó, Maniche se fue más mosqueado que un mono. Espero que fuera consigo mismo, porque si era con el cambio se confirma lo de las drogas.
El portugués sólo fue la cara más visible de la impotencia general y ya habitual en el Manzanares. El Atlético siempre regala el primer gol y luego se ahoga en su ausencia de fútbol. Se espera una Liga muy densa en el Calderón.