Caos del filial en Castilla

El infame partido de Zorrilla dejó varias cosas claras, y todas ellas malas. Una es que los jugadores del Castilla desaprovecharon una gran ocasión para convencer a Capello de que están cualificados para entrar en la lista de Copa ante el Écija. La segunda es que intentaron persuadirle con la fórmula que más gusta al italiano pero que más enfurece al aficionado: patadones, garra y fútbol primitivo. Mal camino.

Pero lo peor fue que sus cualidades mostradas volvieron a dar la razón a aquellos que aseguran que en esta plantilla no hay jugadores válidos para nutrir al primer equipo. Entre ellos, veteranos como mi padre que, cuando rememora las hazañas del Plus Ultra y el Castilla de la Quinta del Buitre en comparación con lo actual, hace inútil defender a este ramplón equipo con argumentos. Quizás porque no los hay.

En mitad del debate, Santacruz fue expulsado por novato y con diez los madridistas perdieron el norte. Un error que Míchel alimentó en vez de enmendarlo con la inmediata entrada de Palencia en ese lateral damnificado. El técnico tuvo todo el descanso para tomar la decisión más lógica pero prefirió hacer un experimento con gaseosa poniendo a un mediocentro en esa posición. Ambos despropósitos los pagó el filial con creces mientras el Valladolid, hasta ese segundo tiempo romo y timorato, se daba un festín en el que la zaga blanca justificó por qué de momento deberán seguir de cerca la Primera junto a Andrés Montes desde La Sexta.

Víctor, enésimo ex que se ensaña con los madridistas, lideró la goleada pucelana. Hizo el primero, fue protagonista en el segundo tras robar la cartera a la defensa en prácticas del Castilla y regaló el tercero a Llorente. El último de la tarde lo firmó Toché haciendo que el filial se lo ponga fácil a Capello