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28º Trofeo Bernabéu | Real Madrid 2 - Anderlecht 1

Motivos para la esperanza

Notable primera parte del Madrid. Van Nistelrooy, bigoleador. Diarra, muy bien. Cassano, genial. El Anderlecht cambió a diez jugadores en el descanso.

Actualizado a
<b>TODOS CON LA COPA.</b> No faltó nadie, ni estrella ni suplente, a la celebración del 17º trofeo Bernabéu que gana el Madrid.
Reportaje gráfico: jesús aguilera, helios de la rubia, chema díaz, carlos martínez y alejandro gonzález

Vaya por delante que la primera parte del Madrid fue más que digna, por momentos notable, lo bastante buena como para recuperar el crédito que perdió en el Carranza. El estadio estaba lleno, el césped relucía, el blanco de las camisetas era nuclear y no se divisaba ni un michelín en el horizonte. Hubo entusiasmo, orden, Diarra cumplió con creces, Van Nistelrooy marcó dos goles y Cassano se confirmó como el mejor fichaje de la temporada, con permiso de Cannavaro. Los pesimistas, que no eran pocos, recuperaron la fe y admitieron, con alegre resignación, que algo tiene Capello cuando resulta bendecido por los resultados con machacona insistencia.

Como en este tipo de partidos, sin tensión excesiva, las conclusiones se suelen limitar a lo que sucede en las primeras partes, antes del habitual desmadre de sustituciones (diez cambios hizo el Anderlecht al descanso, dos más de los permitidos), el balance es positivo. El Madrid partirá en la carrera por los títulos con las esperanzas intactas. No será el equipo desbordante de años atrás porque la rehabilitación pasa por la prohibición de los viejos vicios, aquellos que nos hacían la vida tan divertida. Pero se ganará en salud.

Por otro lado, el Anderlecht tuvo sobre el Madrid el efecto que nos causan las ex novias (pocas) que tanto amor nos dedicaron (a veces). No hay que olvidar que fue invitado al trofeo, básicamente, porque recibió seis goles una noche loca de hace 22 años. De aquel tórrido encuentro nació un niño al que Valdano bautizó "miedo escénico" y en la trastienda del guateque fue enterrado un magnífico equipo que había ganado dos UEFAS y dos Recopas. El Anderlecht desapareció de Europa y se consoló ganando ligas en su país, once desde 1984.

El equipo belga se presentó como vigente campeón y actual líder invicto de su campeonato (tres de tres), más rodado y visiblemente honrado por la invitación. Sin embargo, su generosa disposición tropezó con un equipo fuerte, serio, sólido, comprometido. Los adjetivos de Capello.

Prueba del empuje es que Van Nistelrooy disfrutó de dos buenas ocasiones en los primeros diez minutos. En ambos casos su remate, en las proximidades del punto de penalti, fue sutil y acarició la cepa del poste. A los 33 minutos ya había logrado dos goles. El que abrió el marcador se lo inventó Cassano, al tocar al primer toque e iluminarle un sendero hacia la portería. El segundo lo consiguió a pase de Salgado, que recortó con su estilo rudimentario y envió con la zurda un peligroso centro al segundo palo. Allí estaba Van Nistelrooy, que marcó con el muslo.

Muchísimo tiempo después, el Madrid vuelve a tener un delantero centro puro, un especialista del remate. A nadie escapó que esos dos goles ayudaban muy poco a la continuidad de Ronaldo. Y estoy por asegurar que a nadie le importa demasiado.

Entre las buenas noticias también hay que incluir el debut de Diarra, que causó una magnífica impresión, tanto por su habilidad para mover el balón con criterio (también en largo) como por su capacidad para asumir el liderazgo del medio campo sólo 24 horas después de ser presentado. El africano se comportó con tan sereno desparpajo que Emerson pasó de fiero puma a eficiente ayuda de cámara. Intuyo que eso será durante la temporada. A diferencia de las discotecas de moda (las de antes, ahora ignoro el criterio de admisión), el Madrid prepara una fiesta en la que los porteros sólo dejarán pasar a los tipos con calcetines blancos. La moda es cambiante.

El regreso.

Junto al goleador y al debutante, Cassano fue la otra estrella del Madrid. En él se concentra el ingenio que sobrevive al estricto régimen del doctor Capello. Su talento es definitivo para que el equipo no resulte excesivamente cuadriculado, previsible. Lo suyo es, más que una recuperación, una resurrección, ya que parecía imposible que aquel joven rechoncho escondiera un fabuloso talento. Lo hay. Asistió en el primer gol y surtió de balones a Van Nistelrooy, repartió taconazos y su viveza dejó en evidencia el apagado esfuerzo de Raúl. El capitán falló dos ocasiones clamorosas y, aunque volvió a decepcionar, parece apalancado en el puesto donde el equipo tiene más alternativas.

El cemento no está seco y por eso todavía hay filtraciones, pero da la impresión de que pronto será difícil que un enemigo se acerque al área de Casillas (Illgner o Diego López). Y quien lo logre se encontrará con Cannavaro, un central espléndido que además sonríe. Me temo que los tirabuzones y las roulettes son cosas del pasado. Estamos a régimen. Alimenticio y militar.

Diarra llevó el número 21

Mahamadou Diarra lució el dorsal número 21 en su debut con la camiseta del Real Madrid. El centrocampista de Mali ha heredado el número de Diogo, que ayer firmó su año de cesión con el Zaragoza. A Diarra le gustaba mucho el número siete, que es el que lucía en el Olympique de Lyon, pero Raúl es el dueño y señor de ese dorsal. También le agradaba el seis de Iván Helguera.