Trofeo teresa herrera | Atlético de Madrid 2- Nacional 1
Mista dio la única alegría
Miguel se lesionó de gravedad ante un flojo Nacional
Hay fines de semana que uno no está para nada. En el caso del Atlético habrá quien diga que son años, pero este Teresa Herrera ha resultado especialmente desolador. Si el sábado el Milán desnudó a los titulares, ayer la desgracia se multiplicó y se cebó en Miguel de las Cuevas, la revelación de la pretemporada rojiblanca, que vio como Brítez caía sobre su tobillo izquierdo destrozándoselo. La vieja historia del Pupas, ya saben. El chaval es joven y tiene talento, la suerte acabará llegándole.
Hasta la lesión de Miguel, tampoco se habían sucedido las alegrías para los de Aguirre. Nacional (¡¡¡líder en Uruguay!!!) era una banda que desconocía las leyes más básicas del fútbol, especialmente el fuera de juego, que le resultaba un misterio inescrutable. Sus defensas salían tarde y sus delanteros entraban pronto. Un caos.
El mejor.
Mista, muy curtido en batallas mayores, aprovechó para pedir paso urgente. Dejó a Kezman solo ante el portero cada vez que quiso, abusando de aquellos hombrecillos que decían ser centrales pero eran incapaces de interceptar un pase. Además, rozó el gol en una magnífica jugada en la que tumbó a cuatro uruguayos y remató rozando la escuadra. Su capacidad para jugar entre líneas será una bendición si no llega un medio creativo.
Tampoco fue despreciable la actuación de Kezman. El serbio metió un gol y pudo hacer cuatro más. No será el futbolista más estético del mundo, pero ha cogido la racha y será muy útil a lo largo de la temporada; al tiempo... Así las cosas, está claro que este Atlético tiene una delantera de lujo y que, a falta de juego, le sobra gol. Ya es una mejora importante respecto a pasados proyectos.
Las otras líneas no salieron tan bien paradas. La defensa suplente fue mantequilla. Valera intentó despejar un balón raso de cabeza como demostración definitiva de que en ataque sí aporta pero le faltan conceptos defensivos, Antonio López anda despistado en su papel de suplente y Zé Castro y Azcárate sacan bien el balón jugado, pero son algo blandos. Lo demostraron dejando cabecear solito para empatar a Garcés, un delantero curiosísimo, que se pasa el partido mirando hacia su propia portería. Pero la única vez que se orientó, marcó. Eso dice poco de la zaga atlética.
En el mediocampo, Aguirre experimentó con tres pivotes y un mediapunta. Costinha hizo su trabajo y Miguel dejó detalles, pero faltó criterio. Sólo la entrada de Luccin dio un poco de sentido al juego atlético. El francés es, de largo, el mejor centrocampista de esta plantilla. Liberado de obligaciones defensivas hizo el gol del triunfo y recordó que tiene talento y llegada. Y eso fue el partido. El Atleti demostró que en Uruguay haría doblete cada año. Aquí todavía le queda camino.