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IVÁN CASTELLÓ

De frente hasta el final

Actualizado a

No es sabio. Ese es su hermano, químico, según precisa siempre Luis Aragonés. Pero dentro de su actitud castiza vital (no es fácil encontrar frases alusivas a la velocidad de las balas o los sexadores de pollos), del todavía seleccionador sólo se puede esperar honradez en su toma de decisiones. Ya dejó clubes en la pretemporada o aceptó reflotar barcos hundidos como el del Barça, al que hizo campeón de Copa, y el del Atlético, al que rescató del infierno de la Segunda División.

Un tipo que ha cogido por la pechera a Jesús Gil y a Etoo, por ejemplo, anuncia que va de frente por la enrevesada vida futbolística. Siempre ha sido así, con vaivenes emocionales porque nadie es Superman y tuvo todo el derecho del mundo a padecerlos.

Cumplirá su palabra y no seguirá en un cargo en el que sí quisieron perpetuarse otros como Luis Suárez, Javier Clemente o Iñaki Sáez tras sonados fracasos, si acaso mayores que el de la España del Mundial de Alemania 2006. Sí. Bastante mayores. Pues este selección enamoró ante Ucrania, remontó frente a Túnez, se paseó contra Arabia Saudí y perdió con Francia porque son mejores. Nada extraño. Y tuvo la valentía de hacer titulares a los jugones en el centro del campo y de mantener a Torres contra viento y marea, aunque él sea el primer en tener dudas serias sobre su estrellato. Pero no hay más mercado nacional que el que hay, en un fútbol dominado por los extranjeros, los que protagonizan las grandes gestas del balompié patrio en las Copas de Europa.

Luis es así. Directo y contundente, como un gancho cuando el boxeo era deporte y no pasto sólo de películas. Y un secretillo: aún le queda una meta, entrenar al Madrid. Sí, al Madrid. A ver si...