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Mundial 2006 | Holanda 2 - Costa de Marfil 1

Recital ofensivo

Lo vivido esta tarde en el estadio Gottlieb-Daimler-Stadion de Sttutgart ha sido un auténtico festival de fútbol ofensivo. Sin duda, el mejor partido del campeonato hasta el momento, apasionante de principio a fin, y en el que el fútbol vertical de Costa de Marfil no obtuvo la recompensa que merecía, quedándose fuera del Mundial.

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El delantero del Machester United Ruud Van Nistelrooy anotó su primer gol en el Mundial, el segundo del encuentro para Holanda.
El delantero del Machester United Ruud Van Nistelrooy anotó su primer gol en el Mundial, el segundo del encuentro para Holanda.Reuters

El partido representaba la última oportunidad para la selección africana, que de caer derrotada, se despediría de la competición, por lo que se esperaba que al menos mostraran algo del juego que les había convertido en una de las revelaciones del año, y que no habían sido capaces de realizar ante Argentina.

Pero en el comienzo fue Holanda quien tiró de galones, los "Orange" no han llegado a ser lo que son a base de precipitación, y desde el primer momento empezaron tocar y tocar, buscando el momento justo para lanzar un zarpazo sobre su rival. Mientras, Didier Drogba se limitaba a correr de un lado a otro como un felino que acecha a su presa. Los "Elefantes" africanos parecían más bien leones ansiosos cada vez que un balón caía en sus pies, y emprendían vertiginosas carreras en busca de la portería contraria, aunque ya se sabe, los leones cazan solos, y los marfileños eran demasiado individualistas. A pesar de la falta de colectividad, el empuje marfileño hizo retrasar las líneas holandesas, aunque las llegadas no llevaban demasiado peligro.

La posesión del balón se igualaba, y sólo Robben era capaz de dar una velocidad adicional al juego, siempre pegado a la banda pero empujando a todo su equipo y llevando el balón al área contraria cuando sus compañeros se veían faltos de ideas.

Holanda aguantó los achuchones del rival y siguió realizando su juego, acompasado a la vez que vertical, y obtuvo su premio, casi regalito, cuando Van Persie convirtió una falta, que él mismo había provocado, con un trallazo dirigido al palo del portero, que debía despejarlo por fuerte que fuera.

Sin tiempo para asimilarlo, los marfileños vieron como Ruud Van Nistelrooy aprovechaba la escasa coordinación de la defensa africana, que tiró horrorosamente mal un fuera de juego, y marcaba el segundo a pase de Robben. El resultado no era del todo justo, ya que Costa de Marfil no lo estaba haciendo tan mal, aunque pagaba con intereses el peor de sus defectos, la indisciplina y la falta de contundencia de su defensa.

Holanda en ese momento hizo lo más lógico, esperar al rival e intentar aprovechar sus fallos (que los tendría) para salir a la contra. Pero la táctica de dormir el encuentro hasta que llegara el descanso les costó caro a los europeos. El primer aviso lo dio Zokora, que a punto estuvo de acortar diferencias con un gran disparo, desde fuera del área, que se estrelló en el larguero de la portería defendida por Van der Sar, pero fue Bakary Koné quien envió el balón a las redes holandesas, tras una jugada individual que lo tuvo todo; potencia, técnica y disparo. Los espectadores nos frotábamos los ojos ante tanto juego ofensivo. Lástima que la primera parte estuviera a punto de terminar, eso sí, con dos nuevas ocasiones para Costa de Marfil. La segunda parte prometía.

Y gracias a Dios, todo siguió igual

La segunda parte comenzó de la misma forma que había terminado la primera. Costa de Marfil se había animado, y ya no parecía haber forma de pararlos. Los primeros diez minutos fueron de infarto. Una y otra vez Costa de Marfil llegaba al área contraria creando serio peligro. Holanda no encontraba soluciones, si intentaba dormir la pelota, la presión de los africanos provocaba la pérdida del mismo, y si sacaban el balón en largo, Van Nistelrooy se encontraba demasiado aislado para hacer nada. Una vez más era Robben el único que daba la sensación de poder sorprender a la defensa marfileña. Fue precisamente el extremo del Chelsea quién tuvo la mejor ocasión de la segunda parte para Holanda, tras una internada que finalizó con un disparo bien atajado por Jean-Jacques Tizié.

Pero igual que Robben era un oasis en el desierto de ideas que estaba siendo el juego holandés, esa ocasión era un espejismo, una mala percepción de la realidad. La verdad de los hechos era que Costa de Marfil había robado el protagonismo a los holandeses. Llegaban de todas las formas posibles, con balones largos, tras una jugada elaborada, y lo único que faltaba era el premio del gol. El fútbol estaba siendo todo lo injusto que podía, igual que en otras tantas ocasiones, el deporte rey parece elegir el Mundial para mostrar su cara más cruel.

Según se acercaba el final la fuerza del ataque marfileño se iba diluyendo, y los holandeses conseguían dormir el partido con relativa facilidad. Holanda había ganado, pero Costa de Marfil se había ganado la simpatía de casi todos.