Mundial 2006 | España, del 23 al 1
9. Torres: Llegó la hora del Niño que quería ser portero
Seguramente, el futbolista español del que más se ha escrito en los últimos cinco años. Fernando Torres tiene el país dividido en torno a una cuestión: ¿tiene gol? Luis no duda, será el referente de la Selección. Mientras, él lo lleva con su tranquilidad habitual.
Fernando Torres o, lo que es lo mismo, el Atlético de Madrid desde 2001 hasta hoy. Cinco años más expuesto al ojo público que ningún otro futbolista español, en examen constante para bien y para mal. Seguirá siendo El Niño siempre, porque heredó el apodo de Aguilera y ya no quiere que le llamen de otra manera, pero pese a sus 22 años dejó de hablar como un chaval aquel 3 de junio de 2001 que se le ocurrió marcar su primer gol con el primer equipo en Albacete ("Sigue siendo mi tanto favorito"). Adiós infancia y hola exigencias imposibles para el nuevo Van Basten. Desde entonces lo hemos escrito todo sobre Torres, pero nadie puede narrar mejor su vida que él mismo, cosa que ha hecho sin darse cuenta en sus declaraciones durante todos estos años.
Empecemos por el principio. "Según me han contado mi nacimiento vino muy bien para tranquilizar los nervios de mis padres, Flori y José. Mis hermanos, Mari Paz (su protectora) e Israel (su espejo), que tenían 8 y 7 años, eran dos trastos y yo, sin embargo, siempre he sido un niño bastante tranquilo", recuerda. El buen comportamiento se la recompensaron más tarde sus familiares, cuando tenían que turnarse para llevar al enano desde Fuenlabrada hasta los entrenamientos, sin sospechar siquiera que algún día sería profesional. Su padre con la lengua fuera tras trabajar, su madre sin coche, sus hermanos estudiando congelados en cualquier banquillo desvencijado. Todo por su niño.
Y el niño, que con 5 años se había apuntado al Parque 84, su primer equipo, quería ser portero. La culpa fue de Benji, sí, el de Campeones. El héroe de la serie era Oliver, el marcaba los goles, pero Benji tenía más carácter y Fernando siempre ha andado sobrado de esto. Por suerte para el fútbol, los niños llevan mal el dolor: un balonazo, dos dientes rotos y Torres ya era delantero.
A partir de ahí, los acontecimientos se aceleraron. Tres años de fútbol sala falseando su edad para jugar con los mayores. A los 10 años, saltó al fútbol once con el Rayo 13, metió 55 goles y se ganó una prueba para entrar en el Atleti. Imaginan lo que pasó, ¿no?
El Atleti, su equipo. "Mi sentimiento se comenzó a gestar en casa de mis abuelos maternos, Eulalio y Paz. Mis raíces paternas me acercaban al Depor, pero aquel plato con el escudo rojiblanco que tenía mi abuelo en el salón me hizo atlético sin darme cuenta. Tengo esos colores grabados en el corazón". Y aún no se ha ido del Calderón gracias a ese plato.
Pese a elegir el Atleti sobre el Depor, Galicia sigue siendo su segundo hogar. Primero, Gastrar y, luego, Estorde acogen a la familia Torres en verano desde que el Niño recuerda. Aún hoy intenta ir cuando quiere olvidar la locura en que se ha convertido su vida. Allí conoció a Olalla, su novia de toda la vida. Igual que sus amigos, los de siempre. Porque, pese a los cambios de peinado, las fotos de moda y el acoso de las chicas, Fernando ha cambiado poco. Todo está en la cabeza. Tiene ese deje de barrio que algunos que han hecho poca vida de calle confunden con chulería, pero siempre está para firmar un autógrafo ("Es un deber, una obligación moral porque yo fui un hincha antes") o acudir a un acto benéfico. Y nunca le sacas un titular que él no quiera decir. Le educaron bien.
A partir de aquellas pruebas de 1993, la historia es conocida. El mejor en todas las categorías; el torneo de Brunete de 1995 ("¡Qué emoción! La primera vez que vestí la camiseta oficial del Atleti. Fue impresionante"); la Nike Cup europea del 99 ("En ese torneo me acerqué a la élite del fútbol por primera vez"); cinco meses parado tras romperse la rodilla; campeón, máximo goleador y mejor jugador de los Europeos Sub-16 y Sub-19 en los que forjó su amistad eterna con Reyes e Iniesta, y el debut en el Atleti nada más cumplir 17 en sustitución de su adorado Kiko. Llegaba el mesías, el salvador... El peso del mundo sobre sus hombros.
La explosión. Todo pasó a ser de dominio público: su afición por la música (Calamaro, El Canto del Loco, Bunbury...) y el cine, sus perros... Bye bye, intimidad. Ya era un símbolo. Lo sabe y lo asume: "Siempre soñé con ser una estrella en el Atleti, no me voy a quejar ahora. El fútbol no tiene memoria y no puedes fallar ni un día, pero yo sólo quiero ayudar a que este equipo vuelva a ser grande. Ese es mi objetivo". Si no se va claro. Inglaterra y el Barça le gustan tanto como le repelen Italia y el Madrid. Cosas que pasan.
Pero nada de eso le importa ahora. Está a punto de jugar un Mundial, lo más grande para él. Además, su doblete en Bélgica le ha permitido dejar de sufrir con la Selección: "Tras el fiasco de la Eurocopa y unos malos partidos, las críticas arreciaron. Me sentí presionado, necesitaba quitarme esos miedos. Ahora ya tengo confianza y, al menos, espero las semifinales". Luis, que le conoce como pocos, cree ciegamente en él. Es el momento de despejar las dudas del resto y lo sabe. He hablado poco de fútbol porque lo ocurrido hasta ahora ya lo conocen todo. Lo nuevo y más brillante empieza el día 14 ante Ucrania. Es la hora de Torres.