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Mundial 2006 | España, del 23 al 1

11. Luis García: El extremo al que Rijkaard pidió para nada

Como muchos chicos de Barcelona y su extrarradio, él soñó con triunfar en el Camp Nou. Y como a muchos otros, la vida y el fútbol lo llevaron en otra dirección. Experto en hacer las maletas y cambiar de equipo, parece asentado en el 'Spanish Liverpool'.

Fabián Ortiz
Luis García está triunfando en el Liverpool.

Badalona es una ciudad separada de Barcelona por el río Besós, aunque también se podría decir que está unida a ella por el gris cordón umbilical que en plena especulación urbanística (la primera, no la actual) se sacó de los cajones el alcalde Porcioles en los años oscuros. Badalona, cantada por Serrat y habitada por miles de trabajadores que pasan el día en la capital catalana, para volver a casa por la noche, vio nacer en 1978 a Luis Javier García Sanz. Lo hizo un día antes de la final del Mundial de Argentina, cuando se coronaba rey de la pelota un tal Mario Kempes. El chico quiso, desde bien pequeño, triunfar en el Camp Nou, donde por entonces se veía menos fútbol que en un convento de monjas. Y aunque estuvo a punto de conseguirlo, la gloria le pasó la mano por el hombro a orillas de otro río, el Mersey.

Cuando fichó por el Barça, siendo un infante, su físico delgaducho parecía un impedimento para su desarrollo futbolístico. Pero Luisito resultó ser muy habilidoso, tanto que años más tarde, ya vestido con la camiseta del primer equipo, recordaría, por sus andares y sus recortes, al Lobo Carrasco. García pasó por todas las categorías inferiores del club, hasta alcanzar el filial, peldaño que en muchos casos anuncia la llegada de los días grandes. Pero no fue así en su caso: tras dos temporadas en el Barcelona B, en 1999 Luis fue cedido al Valladolid, club con el que debutó en Primera División.

No le fue ni bien ni mal en Pucela, pero cuando regresó al Barça se encontró con un club convulsionado, con Joan Gaspart en la presidencia y Louis van Gaal de regreso en el banquillo. "Aquí no tiene sitio", le dijo el holandés. Y se fue otra vez a préstamo, en esta ocasión al Toledo, a Segunda, donde fue madurando su fútbol grácil y veloz, más cómodo cuando se acercaba a la banda izquierda. Pero cuando volvió a casa se encontró la misma respuesta de siempre: "Va a ser que no". Y se fue cedido, ahora al Tenerife, otra vez a Segunda, pero esta vez para coincidir con quien lo convertiría en campeón varias veces: Rafa Benítez.

En la isla, Luis García marcó 16 goles en 40 partidos y contribuyó en el ascenso. Tampoco así consiguió volver al Barça, que otra vez lo mandó de viaje, de nuevo a Valladolid, para la temporada 2001-02. No fue su mejor año, aunque como extremo izquierda, aun jugando fuera del área, marcó siete tantos y llamó la atención del Atlético, que se lo llevó, esta vez en propiedad, al año siguiente. El Barça, por las dudas, incluyó una cláusula de recompra. En el Calderón jugó 30 partidos de Liga y logró nueve goles, siempre como falso extremo izquierda, y acabó considerado uno de los mejores jugadores españoles de la temporada. Entonces sí, Frank Rijkaard pidió que el Barça pagara los seis millones para repescarlo, basándose en informes de sus asesores. Jugó 29 partidos de Liga, marcó ocho goles e hizo una buena campaña 2003-04, pero entonces, aunque el holandés contaba con él, decidió irse al Liverpool, donde Benítez comenzaba a formar su Armada, con Morientes, Reina, Xabi Alonso, Barragán y Miki. Nueve millones de euros, su cláusula de rescisión, suponen el mejor negocio de venta que ha hecho el Barça de Laporta. El chico del Besós se fue a la patria chica de los Beatles. El resto es historia reciente: la Champions ganada en la final al Milán, la Supercopa, la FA Cup en la tanda de penaltis, la Selección, el Mundial...

Se chupa el dedo. La llegada de Luis García al Liverpool coincidió con su paternidad. De ahí que celebre sus goles chupándose un pulgar, en homenaje a su hijo, Joel. Claro que no todo iba a ser rosa en Inglaterra. Ahí están, por ejemplo, su incidente con el coche, la primera vez que condujo por la izquierda: se dejó un retrovisor. O las críticas de un sector de la afición que lo considera un filigranero (aunque luego enloquece con sus goles, como el que le hizo a la Juve). O sus problemas con el idioma: "Mi perro habla mejor que yo. Lo he traído a Liverpool, y en dos días podía hablar scouse (dialecto de la ciudad)".

Benítez lo pone a la derecha, y Aragonés parece seguir esa tendencia. ¿Ya tiene dueño el puesto? "Luis sabe que hay muchos jugadores que pueden actuar ahí, ha contado ya con tres o cuatro. El que esté mejor jugará", dice. Puesto a elegir, él prefiere "moverme entre líneas, por detrás del delantero, ya que ahí dispongo de más espacios y estar cerca del área es bueno para mi juego". "Soy más zurdo, porque así lo siento, pero también tengo facilidad para darle con la derecha", se defiende. Y responde a quienes le preguntan por los celos del bético Joaquín: "No me le imagino pensando así, porque es un jugador muy de equipo, para nada envidioso".