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Mundial 2006 | España, del 23 al 1

12. Antonio López: Un viaje del mercadillo de ropa hasta Alemania

Llegó al Atlético con 15 años y se quedará hasta el 2012. Lo firmó hace seis días. Se marchó a Osasuna dos años, debutó en Primera con Aguirre, se consagró y volvió. El primer internacional de Benidorm con la Selección fue Guillermo Amor. El segundo, él.

Antonio López.

El trabajo abre camino. Eso fue lo que Antonio López (Benidorm, 1981) aprendió de chico cuando, amarrado a la pernera de su padre, Antonio, viajaba, los sábados que podía, a alguna ciudad de la costa levantina. Un día, Denia; al otro, Calpe. Y siempre igual. Antonio López, su hermano Óscar y su padre madrugaban para montar el negocio de ropa familiar de mercado en mercado. El niño, así le llamaban en casa su madre y sus hermanas, Juani y Ana, soñaba con el oficio de futbolista y lo practicaba hasta en los baños de su colegio ("una vez reventamos uno a balonazos, aunque a mí no me pillaron", ríe) o cuando bajaba desde la grada al césped "a pelotear" en los descansos de los partidos de su hermano con el Benidorm, con un paloluz en la boca que le daba siempre su padre y la ambición de ser algún día como Guillermo Amor, el primer internacional benidormense con España, y el único, hasta él.

"Por mi hermano, a los seis años me enchufaron en la Escuela de Fútbol del Benidorm y entré, cuando la edad de inicio eran los ocho". Lo del Atlético, sin embargo, no fue tan fácil. Tenía 15 años cuando llegó. "Fue justo después del doblete, de los goles de Pantic, de Kiko, de la época más bella del Atleti que yo recuerdo", cuenta. "Cuando me enteré de las pruebas fui a donde mi tío: 'Tito... llévame a Madrid...'. Y mi tío nos llevaba en su coche a mi padre y a mí". Las hizo, y regresó a Benidorm con una promesa ("ya te llamaremos") que sonaba a excusa. Pasó un tiempo, le llamaron, otra prueba y una nueva llamada a su Tito. Otro regreso a Benidorm y, "cuando pensaba que ya se habían olvidado definitivamente", el teléfono sonó una vez más. La definitiva: se enfundó la rojiblanca enrolado a su cuarto juvenil.

"Al principio había muchas dudas sobre mí", recuerda, "yo miraba al resto de chicos y pensaba: ¡Uff! Son mucho mejores. Pero, me esforzaba, y a los cinco días ya no notaba las diferencias. Después, Uceda confió en mí. Y me quedé". Uceda fue su primer entrenador como rojiblanco y también quien le instaló en el lateral zurdo. Hasta entonces, Antonio López era mediocentro, de ahí la visión de juego que atesora, o se escoraba a la izquierda, pero siempre arriba. "Carlos Aguilera era mi ídolo y para mí es un orgullo haber compartido con él vestuario y enseñanzas. El día que se retiró le pedí su camiseta. Iba a darme la limpia, pero yo quería con la que había jugado su último partido, la sudada. ¡Y menos mal que me la dio porque, sino, se la quito!".

Antes de que Antonio López se ganara el 3 rojiblanco pasaron siete años, un descenso al Infierno de Segunda, un debut con el Atlético, ante el Córdoba, 22 partidos con el dorsal 29 del primer equipo, un ascenso, un viaje a Neptuno y otro a Pamplona de dos años. "Aquello fue difícil", revela, "no entendía por qué no me querían. Me fui traspasado con opción a compra, salió bien, pero ¿y si no vuelvo?". Allí se consagró, y fue feliz, mucho. Debutó en Primera de la mano de Javier Aguirre, que ahora volverá a ser su entrenador en el Atlético y, en sus ratos libres, se apuntó a bailes de salón con Valdo ("la primera vez nos dio vergüenza, pero me gustó tanto que, pronto, me apuntaré en Madrid"). Y volvió, consagrado. Eso sí, antes, entró al vestuario de Osasuna con un: "Ale, majetes, dadme todos la camiseta, que me las llevo". Colecciona las suyas y las de sus amigos. Tiene la Zidane, la de Pablo, la de Reina... y así, hasta contar 60.

Fiel a sí mismo. "Lo mejor de él es que, ante todo, sigue siendo Antonio", dice Tato, su mejor amigo desde chico. Y no miente. El lateral sigue fiel a su manía de dejar su camiseta, perfecta, colgada de una percha cuando sale a calentar; a su chica, Cristina, de toda la vida ("y no la cambio por ninguna"); a su devoción por su familia ("cuando libro, me cojo un avión y me planto allá. Es lo más grande"); a su musica ("el flamenquillo, la bachata Todo menos el heavy"). Porque se parte el alma en la cancha cada vez que sale y da la cara ante la Prensa y la afición cuando las cosas van mal y, porque Luis Aragonés lo sabe, le llamó para la Selección: han pasado nueve partidos y un gol. Ahora, el Mundial. La lesión de Del Horno, a priori, le concede la titularidad en Alemania, aunque deberá pelear con Pernía, como a partir de julio en el Atlético. "El último lo vi desde el sofá", éste lo luchará en el césped, con los suyos en la grada. "Siempre lo dije: 'Si voy, mi familia se vendrá conmigo". Otro sueño cumplido. Su esfuerzo ha hecho camino, sí. Y lo que falta.