NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

Primera | Real Madrid 6 - Stade Reims 1

Los suplentes pusieron el broche a un gran estreno

Dos goles de Cassano, otros dos de Soldado y perlas de Jurado.

Actualizado a
<b>DOS GENIOS.</b> Alfredo Di Stéfano y Zidane se dedicaron este cariñoso saludo antes del encuentro.
Reportaje gráfico: jesús aguilera y chema díaz

Los partidos amistosos lo son porque se puede correr poco o nada sin ser censurado y porque está mal visto dar patadas o discutir al árbitro. Por lo demás, para los jugadores más competitivos no hay grandes diferencias y se les distingue pronto porque dan patadas, discuten al árbitro y tiran a trallón. Y nada se les puede reprochar, por cierto, porque, antes que amistoso, el partido de anoche era homenaje a Di Stéfano, ejemplo de futbolista irreductible y poco besucón.

En ese ambiente, el Stade Reims era el adversario ideal, porque se trata de un conjunto elegante, poblado de muchachos altísimos y bien peinados, algo así como un equipo de aplicados universitarios que no dicen palabrotas. Más que malos (condición de la que no escapan sus porteros), son frágiles. Unos chicos que invitarías a merendar a casa seguro de que no romperán nada; el sparring ideal, en definitiva.

Así se planteaba el choque y así discurrió: mientras algunos emplearon el partido para ensayar taconazos y otras varietés (roulettes, caños y chisteras), otros pocos resolvían el asunto con sonrisa, pero con contundencia. Sergio Ramos fue el primero. El central cabeceó a quemarropa y si el portero francés no blocó la pelota fue porque no se defendió con los brazos, sino con el pecho (lobo), justo lo contrario de lo que hizo Ramos el pasado domingo cuando le pitaron penalti. El fútbol ofrece más parábolas que las que dibujan los centros de Beckham. El sevillano aprovechó el rechace para marcar.

Feret logró el empate después de un control zidanesco y Cassano no tardó en poner las cosas en su sitio. Lo mejor que se puede decir de sus dos goles (fino tiro y cabezazo) es que fueron logrados con suficiencia absoluta, desde la altura que miran los buenos futbolistas. Es increíble que haya pasado por el Madrid sin ser visto, es del todo inexplicable que no haya dispuesto de más oportunidades.

Tal vez espoleados por los goles del italiano, los suplentes entendieron que la ocasión era magnífica para reivindicarse y así el equipo de la segunda parte, compuesto por reservas y canteranos, más Cicinho y Baptista, saltó al campo con un entusiasmo especial, tanto, que el homenaje a Di Stéfano se convirtió también en homenaje a López Caro y Santa Lucía, patrona de los oftalmólogos.

Pacatos.

La timidez de los franceses, que en la primera parte se explicaba por la presencia de Zidane, algo así como si nos hacen jugar a nosotros contra Don Pelayo, continuó en la segunda mitad, lo que nos confirmó lo candoroso de sus espíritus.

Jurado logró el cuarto tanto al empalmar con clase infinita un centro de Cicinho y Soldado culminó la fiesta al marcar un excelso gol de chilena que se clavó en la escuadra, un movimiento digno del encuentro final de Evasión o Victoria. El sexto también fue de Soldado, al burlar al portero con ayuda de un gran pase de Rubén de la Red. Que estos chicos no hayan tenido más minutos en el primer equipo, tal y como está el primer equipo, es un atentado contra la esperanza.

El partido finalizó así, con Jurado dejando perlas por el camino para encontrar el camino a casa y sus compañeros entregados a la causa, capitaneados por Helguera, que no sufre ninguna enfermedad contagiosa.

El estadio es muy cuco, el césped un tapiz del casino y la noche fue redonda, pues ganaron los buenos y Zidane se despidió de Madrid con su deliciosa discreción.