Primera | Valencia 1 - Atlético 1
El Atleti, el vecino ideal
Empató en Valencia y facilita al Madrid ser segundo
Sólo había un resultado que no le servía a nadie para nada, el empate. Marcador final: 1-1. Estando el Atleti de por medio estas cosas son rutina. Porque los rojiblancos podían ver en la victoria una última tentativa desesperada de alcanzar al Intertoto, y la derrota era justificable con una ley no escrita aunque obvia: no ayudarás al Madrid. Pero con este empate el Valencia le pone en bandeja a los blancos ser segundos y los de Murcia ya no tienen opción matemática de entrar en Europa por la puerta de atrás. Además, pese a su enésimo fracaso, le ha birlado seis puntos al Barça y cuatro a los ché. Ojalá mi vecina fuera así.
La noche fue un esperpento. El madridismo animaba al Atleti, los rojiblancos cantaban el gol inicial de Villa (tras innecesario penalti de Leo Franco) y Mestalla pitaba cada cambio de Quique como si le fuera la vida en ello. Un caos. Sólo cuando entró Carboni para despedirse todo el mundo hizo lo lógico: aplaudir a rabiar. Cuando era un crío y me empollaba los cromos (aún no eran adhesivos, vamos, la prehistoria) me fijaba en los futbolistas nacidos en los años 60. Eran los jóvenes, el futuro. Amedeo nació en el 65 y ayer aún corría la banda sin perder el resuello. Moraleja: qué viejo soy yo, qué joven Carboni y qué grande el fútbol.
Por cierto, el italiano se cruzó tres veces con Velasco, que es doce años menor, y el sevillano parecía su padre. La naturaleza no nos trata igual a todos, intuyo. Pese a sus agujeros, el Atlético tuvo un ataque de dignidad tras el gol de Villa. Influyó especialmente Maxi, que siempre aparece y ayer lo hizo dos veces: una para empatar por listo y otra para provocar un penalti que Puentes Leira no pitó. La sensación es que todo el tiempo que estuvo lesionado el Atleti jugó con diez. Y eso en los días buenos, claro.
Al dominio del Atlético colaboró especialmente el Valencia, con Aimar incomprensiblemente anulado por su entrenador que le pegó a la banda durante grandes fases del partido, apartándole del juego. Sin socios, Villa que había empezado como una moto fue desapareciendo y, durante casi una hora de partido, Albiol, descomunal, sostuvo al Valencia. Pero el Atleti, con Maxi cansado y Petrov y Kezman en su estado de desconexión habitual, se vio reducido a Torres, que luchaba contra molinos sin tregua ni suerte. Sólo el regreso de Vicente y el prometedor debut del canterano Vara dieron algo de vida al final de un partido en que perdieron todos. Menos el Madrid, claro. Cuando ya no esperas nada más, el Atleti siempre saca otro conejo de la chistera.