NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

Primera | Real Madrid - Villarreal

Último concierto de Zidane en el Bernabéu

El francés se despide de su público. Riquelme amenaza la fiesta

Actualizado a
<b>EL MAESTRO SE DESPIDE. </b>Zidane repetirá hoy por última vez esta escena en el Bernabéu. Beckham tardará algún año más...
jesús aguilera

Aún recuerdo el asombro que produjo en el Bernabéu la llegada de Cunningham, su exotismo, primero, y después, superado el susto, su talento desmayado, como si en lugar de inglés fuera jamaicano, aquel modo de sacar los saques de esquina con el exterior del pie, cierto partido en el Camp Nou y una noche que nevó en Madrid y que dejó a Laurie con una boina blanca que fue portada en todos los periódicos. Más que admiración, creo que acabó despertando cariño, que es amor de baja graduación.

Cuando pienso en los genios que me tocó vivir, tampoco olvido a Hagi, una zurda prodigiosa pilotada por un cerebro anárquico, el único consuelo que nos quedó en una horrenda temporada, pero un futbolista que jamás fue plenamente querido porque ya se quería él demasiado. Sí lo fue Laudrup, un príncipe al que traspapelamos sus antecedentes, para no acordarnos. Su presencia se aceptó como un regalo maravilloso, pero nunca se le consideró propio. Hay futbolistas que habitan entre nosotros y los hay que están de visita y nunca deshacen las maletas. Ocurrió con Figo y Schuster.

Martín Vázquez también era capaz de acunar balones con los empeines, Mijatovic disponía de un surtido de sutilezas y hubo muchos otros, que ahora se me esconden, con excelencias suficientes para despertar murmullos de reconocimiento, que son las medallas que cuelga el Bernabéu. Pero unos se perdieron por la inconstancia, otros por la abulia y casi todos por olvidar lo único que hace inmortal el talento, por grande que sea: el público.

Eso es, precisamente, lo que distingue a Zidane de cualquier otro futbolista que ha pisado el Bernabéu en los últimos 20 años, y testigos presenciales me animan a que amplíe el plazo otros 20 años más. Zidane no sólo ha utilizado su virtuosismo para jugar al fútbol, sino para honrar al público, y eso es lo que nos reúne en su despedida, más allá de rendir homenaje a sus innumerables cualidades técnicas.

Estamos aquí por la belleza, y eso contradice la fama del Bernabéu, estadio que aseguran privilegia el esfuerzo sobre la sutileza. Falso. O, cuando menos, impreciso. Ya sea por la falta de hierro o por su entrega absoluta, cada exhibición de Zidane se acompañaba de una catarata de sudor que le eximía de cualquier sospecha. Costó entenderle, porque el arte exige una educación y una costumbre, pero cuando fue comprendido hubo pacto de amor eterno.

Zidane descubrió que cada uno de sus controles y taconazos despertaban un clamor de admiración y se prodigó hasta encadenar unos y otros. El mérito fue suyo, pero sólo el Bernabéu podía hacer de esos adornos obras de arte. Por eso Zizou, aunque tocó el cielo en Glasgow, acabó por encerrarse en la biblioteca.

De allí sale hoy. Justo en el momento adecuado, porque ya comienza su declive. Un futbolista tan grande no podía permitirse ni un reproche ni un homenaje intrascendente.

El destino en forma de calendario ha querido que sea el Villarreal su último enemigo en el Bernabéu. Y damos gracias al destino, porque el Villarreal es un gran equipo (aunque jamás venció al Madrid en sus 13 enfrentamientos), un rival elegante que cuenta con Riquelme, un genio que acumula coincidencias con Zidane: sus silencios, la timidez, la música que sólo escuchan ellos. No es herejía, ambos comparten esa variedad del talento que es el talento introvertido. Se dice que Riquelme es futbolista de equipos pequeños. Yo digo que es lógico apoyarse en el mejor y que triunfaría en el Madrid. Pero me quedo solo.

Vuelve Baptista. Pavón, la otra mitad del eslogan que fue mentira, ni convocado. El Madrid lucha por la segunda plaza y el Villarreal, por un puesto en la Intertoto. Ese es el parte meteorológico. La noticia es que se va Zidane, la belleza, y que termina un ciclo, un sueño que comenzó con su llegada y que se fue agotando al tiempo que lo hizo él. Hoy desaparece una galaxia. Yo la vi.