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Primera | Racing 2 - Real Madrid 3

Velocidad de crucero

Incontestable victoria del Madrid. El Racing, mustio, sólo presionó al final. Los blancos son segundos y ya están clasificados para la Champions

Actualizado a

La sensación general que ofrece el Real Madrid, revoltijo institucional y caos deportivo, nos distrae de algunas verdades objetivas: no hay mejor equipo en la segunda vuelta y no hay conjunto que acumule más tiempo sin perder, sólo tres derrotas lejos del Bernabéu. Esos datos, que deberían invitar al optimismo y señalar algún rumbo, se pierden entre la urgencia de alcanzar la Champions (prueba superada) y confirmar el segundo puesto. Sólo importa eso y me temo que ningún plan futuro tiene en cuenta lo que ocurre. Ayer volvió a ganar el Madrid.

Sobre el Racing, decir que no salió con la pasión que se le supone a un equipo al borde del descenso. No presionó en exceso, ni tuvo una intención clara, atacar o defender. Jugó estirado, como quien se acaba de levantar, dejó muchos espacios y permitió la circulación del balón del Madrid. Y eso mata. Porque cuando decimos que el Madrid está mal, jamás ponemos en duda sus cualidades individuales, su habilidad para tocar y tocar, su capacidad para ser brillante si le dejan, la clave está justo en esa condición.

Esa ausencia de plan hizo del Racing un equipo anodino, y eso es lo único imperdonable en sus circunstancias. A diferencia de los otros deportes que se me ocurren (del baloncesto al tenis pasando por el curling), el fútbol ofrece una posibilidad real de victoria para quien es inferior. Y esas opciones pasan por conducir el choque hasta un terreno hostil para quien pretende manejarlo. No se entiende que el Racing no usara esa carta de vida.

Control total. Por todo eso, el Madrid ya era dominador del encuentro a los diez minutos. El primer aviso fue un disparo de falta de Pablo García que rozó la escuadra. El tiro pasará a la historia porque el uruguayo se anticipó por sorpresa a Beckham, que ya tensaba el arco. Como es natural, el inglés ni rechistó, está feo discutir con los compañeros y mucho más si beben mate.

Desde entonces comenzaron a encadenarse ocasiones visitantes. Roberto Carlos lanzó un obús que tatuó las alitas de la diosa Niké en la tripa de Aouate. Sergio Ramos cabeceó alto un buen centro de Beckham y Soldado culminó con un chut alto en una magnífica triangulación del Madrid en la frontal del área enemiga.

Ni qué decir que, sin presión, Guti se multiplicaba por mil. En el equipo no hay futbolista con más sentido del juego. Aunque se llevó un par de tarascadas, actuó, sencillamente, como un mariscal de campo. Es extraño que una Selección española que admitirá en el Mundial a jugadores fuera de forma se pueda dejar en casa a un talento como él.

El gol del Madrid fue la consecuencia lógica de cuanto estaba sucediendo. Cómo se produjo resultó un tanto espeso. Robinho controló mal un balón en el área y el error fue para él una bendición. Muy escorado, no encontró otra solución que hacer un caño al impetuoso Pinillos, que se lo llevó por delante cuando sus opciones de alcanzar el balón eran entre escasas y nulas. La caída fue extraña y por eso protestaron los racinguistas. Y es que cuando se vio atrapado entre las piernas del defensa, Robinho saltó como un pajarillo.

Roberto Carlos fue el encargado de tirar el penalti y lo hizo como menos imaginaba Aouate, que se plantó en el centro esperando un misil tierra-aire y fue sorprendido con un chut raso y colocado. Si el Racing no estaba muerto antes, murió entonces. O eso pensamos. El único aliento que le quedó en la primera parte fue para reclamar un penalti que no existió. Moratón cayó en el área madridista al contactar con Soldado, pero si hubo falta fue del defensa, se tiran mal los defensas.

Nada cambió en la reanudación. El segundo gol del Madrid llegó después de una carrera portentosa de Roberto Carlos, uno de esos sprints en los que sólo le falta gritar mec-mec y que pasan de rosca el cuello de los defensas. Roberto, que hubo un tiempo en que siempre era así, no alcanzó su último autopase, pero obligó a la salida del portero, que, quizá temeroso de ser arrollado por el hombre bala, no atrapó el balón. La pelota perdida quedó a los pies de Raúl, que remató a puerta vacía. Soldado remachó sobre la línea, pero no le robó el gol, porque el tiro parecía irse fuera.

Robinho ahondó en la herida con un disparo rotundo desde fuera del área, pase de Guti. Lo mejor del gol es que era inventado, porque no existía cuando recibió el balón. Acciones así mantienen vivas todas sus promesas, muchas, pero sigue siendo irregular.

Carece de todo sentido, pero el Racing resucitó entonces. Importó poco el fantasma del descenso, fue necesaria la amenaza de una goleada. Hay algo en el corazón de los futbolistas que va más allá de aquello que afecta al club, por importante que sea. Es el orgullo, el honor: podremos bajar, pero nadie nos baila, nadie se burla.

Matabuena. Y si el orgullo se mide, que no creo, no debe haber quien lo tenga más grande que Matabuena, apellido de contrastes. Ya dejó una buena impresión en el Bernabéu y ayer, desde que salió en la segunda mitad, confirmó los mejores augurios. Suyo fue el primer gol del Racing, que resolvió una melé en el área madridista y decisiva fue su intervención en el segundo tanto local, ya que al peinar un centro transformó el melón en pelota, pelota que remató luego para dar una última esperanza al Racing. El Madrid se asustó un poco, pero a Matabuena le faltó tiempo. Era demasiado tarde, demasiado milagro.

Para el Madrid la victoria no sólo le sirve para asegurar una plaza en la próxima Champions y reforzar su candidatura al segundo puesto. También confirmó el instinto de Soldado, que se fajó como debe hacerlo un delantero centro. Lástima que López Caro haya tardado tanto en concederle una oportunidad. Más discreto estuvo Diego López, algo dubitativo en ciertas salidas.

Zidane jugó sólo 22 minutos, quedó claro que pretendía reservarse para su despedida del Bernabéu. Extraña esa dosificación en alguien que juega sus últimos momentos como futbolista profesional. Quizá haya a comenzado a irse desde que dijo adiós.

Llovió. El cielo de Santander hizo lo que pudo. Falló el Racing y voló el Madrid. Quien piense que le mueve el segundo puesto se equivoca: le empuja el orgullo. Nadie se burla.