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Primera | Atlético 0 - Sevilla 1

Vergüenza en el Calderón

El Sevilla ganó, Ayza la lío y el Atleti acabó con ocho

<b>LA SALVAJADA FINAL. </b>Un bote de cerveza aún lleno, lanzado desde el fondo sur del estadio, impactó en la cabeza de Palop en el minuto 77.

La magnífica afición del Atlético tiene un sector podrido que ayer dio su último espectáculo de vergüenza, vandalismo y estupidez. Esos tipos lo mismo invaden un entrenamiento que, como anoche, lanzan a los jugadores del Sevilla una asquerosa lluvia de objetos, que incluía, entre otras lindezas, latas de cerveza llenas y botellas de cristal de whisky, adivino que vacías. Tras alcanzar con un bote a Palop, Ayza Gámez decidió suspender el partido, con razón porque la integridad de los futbolistas corría peligro. Pero a la media hora se echó atrás y reanudó el partido, cuando la cosa ya sólo podía ir a peor. Y lo fue.

Al menos, para el Atlético, que tiró gran parte de sus sueños europeos volviéndose loco, acabando con ocho, perdiendo un partido y complicándose muchísimo el del domingo en Cádiz. Ellos tampoco estuvieron a la altura. Por cierto, antes del esperpento, hubo un partido y el Sevilla lo ganó con justicia. Fue superior en un encuentro de ida y vuelta donde ambos porteros estuvieron maravillosos, pero Puerta acabó decidiendo porque era imposible que alguna de las ocasiones blancas no acabara dentro. Ni siquiera el milagroso Leo Franco de ayer podía evitarlo.

Porque, siguiendo con esta atípica crónica marcha atrás, el portero argentino le había parado dos penaltis, dos, a Kanouté y Saviola, completando el show al salvar un mano a mano increíble con el Conejo, que sigue sin ser de la suerte. En el área contraria, Palop no se quedó muy atrás, con dos paradas magníficas a Manu del Moral, que fue titular y ahora nos preguntamos por qué no lo ha sido más veces.

Nervios. Pero en este correcalles el Sevilla siempre se mantuvo un cuerpo por encima del Atlético, que se contagió de la histeria que cundió en la grada con las decisiones de Ayza Gámez, que, curiosamente, acertó en casi todo. El primer penalti, de Luccin a Saviola no fue, aunque era difícil verlo. El segundo, mano de Antonio López, no ofreció dudas. La expulsión de Luccin, que ya puso el ambiente al rojo vivo, tampoco es denunciable. El gol, que desencadenó el follón final al ser anulado en primera instancia por fuera de juego, era legal. Y la suspensión inicial era sensata.

Pero finalmente le pudo la presión y se acobardó decidiendo volver. Tan poco inteligente como el árbitro fue el propio Atlético, que se empeñó en volver cuando nada tenía que ganar. Petrov y Perea se autoexpulsaron y están fuera del decisivo partido de Cádiz. El Sevilla, alucinado, se conformó con volver a casa sano y salvo. Lo logró y con tres puntos importantísimos. Mientras, el Atlético ayer se dejó muchas aspiraciones, la euforia y la buena imagen. Que seguirá manchada mientras ciertos vándalos ensucien su nombre.