Primera | Atlético 2 - Racing 1
Pablo pone Europa a tiro
El Atleti ganó sufriendo al Racing y fallaron sus rivales
Era el día en que el Atlético no podía fallar. Uno por uno, sus rivales por Europa habían ido pinchando, la mayoría contra pronóstico. Gran oportunidad. Mucha presión. Durante 73 minutos, demasiada. Entonces, cuando el Calderón empezaba a rumiar un nuevo fiasco, apareció la cabeza de Pablo, imperial en el remate, para marcar un gol que se recordará como clave si los rojiblancos alcanzan el premio europeo. Por el momento, ya tiene la UEFA a tiro, a tres puntitos.
Sólo el 2-1 de Pablo logró derribar al Racing, que dominó durante la primera parte y se levantó rápidamente del primer golpe, que se lo asestó el inefable Bernardino González Vázquez inventándose un penalti de Ayoze a Colsa. Luego hablaremos de él, porque merece mucha más atención el trabajo de Manolo Preciado, que ha formado un equipo que juega muy por encima de lo que indican, uno por uno, sus componentes.
Problemas. El Racing dejó claro desde el inicio que la batalla del centro del campo no tenía color. Antonio Tomás (muy interesante), Vitolo y Felipe Melo se comieron a Gabi y Colsa, más doble pitote que pivote. La ausencia de Luccin deja al Atlético sin cerebro. Si al francés se le unen Ibagaza y Maxi, le faltan también el genio, el instinto y el carácter en la zona media. Ahí hizo sangre Preciado, que cortó cualquier vía de suministro para Torres y Kezman.
Como arriba este Racing no tiene nada, la primera parte murió sin que sucediera nada peligroso, a excepción del empeño de Kezman en negar la ley de la impenetrabilidad de los cuerpos a base de chocar con cada hombrecillo que se le ponía por delante. Visto lo visto, Bernardino decidió encargarse del espectáculo tras el descanso.
En realidad, se intuía. El día del árbitro provocó que los jugadores del Atlético hicieran el pasillo y aplaudieran al tipo que se la había liado ante el Madrid y en San Mamés. En ése mismo instante, le entró el cargo de conciencia y, si hay algo peor que un mal árbitro, es uno con sentimiento de culpa. En el Calderón y ante un rival humilde, era el momento de redimirse. Así, cuando Colsa cayó en un forcejeo con Ayoze vio el cielo abierto: penalti. Torres lo transformó sin titubear y la grada respiró.
Por poco tiempo. Ya que en un córner, Leo salió mal, con la ayuda de un ligero empujón de Antoñito, y Damiá empató. Después, Bernardino no vio una mano de Melo dentro del área y Murcia preparó al Caño buscando un desatascador de urgencia. No hizo falta. Allí apareció Pablo para decidir un partido dificilísimo, en un fin de semana en que los hados eran atléticos pese al disgustillo final de Osasuna, que mantiene la Champions a ocho puntos. Pero esa es aún otra historia. El sábado, en Vila-Real con Riquelme sancionado, asalto clave para la UEFA.