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Primera | Mallorca 2 - Real Madrid 1

El temporal se llevó al Madrid

Trabajadísima victoria del Mallorca. Arango y Pisculichi acabaron con un Madrid abúlico y triste. Sergio Ramos había adelantado a los blancos

Actualizado a
<b>GOL BAJO EL DILUVIO</b>. Cuando la lluvia era más intensa, Arango logró su octavo gol en Liga y certificó la primera victoria mallorquinista en casa desde el 26 de octubre de 2005, cuando el equipo venció al Celta (1-0). La última derrota del Madrid lejos del Bernabéu se produjo, curiosamente, el mismo día: 3-1 en Riazor.

Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio, eso canta el gran Serrat, que es del Barcelona y le estará pareciendo mentira, lo suyo y lo ajeno. La verdad del Madrid, la que no tiene remedio, es que el equipo está herido de muerte desde hace tres temporadas y aunque cada verano se cambian jugadores, no se modifica el equipo, el alma; la transformación nunca es total porque continúan quienes marcan el ánimo del grupo, el espíritu. Y no se trata sólo de que algunas estrellas hayan coincidido en el comienzo de su declive definitivo. Es también que entre las figuras que fueron y las que serán se han colado futbolistas sin categoría para formar parte de esa plantilla, ya no digo de ese once titular.

No quisiera señalar, porque la responsabilidad de la triste derrota de ayer va del presidente al entrenador, pero resulta espeluznante que un equipo con semejante historia a sus espaldas esté, por ejemplo, conducido por Gravesen, que se mueve por el campo con la misma rigidez de los bailarines novatos de Mira quién baila, eso siendo generoso.

Sin Guti, el danés se ve forzado a adquirir un protagonismo que ruboriza. Y no es su culpa, pues hablamos de un jugador muy útil para otros equipos y en otra demarcación, es culpa de quien se conforma con cubrir con él un puesto, como si bastara con que un tipo corra y no pierda la posición. Y jamás debería bastarle eso al Madrid, ya que esas renuncias a la historia conducen directamente a la vulgaridad.

Pero la falta de movilidad del Madrid, su aparente abulia, su ausencia de ideas, todo eso, va más allá de Gravesen y me atrevería a decir que más allá de López Caro. No nos engañemos, la buena racha que atribuimos a su orden y trabajo es la misma que encadenó el equipo con Queiroz y más recientemente con Luxemburgo. Una motivación especial favorecida por la novedad y los rivales. Pero un impulso de corto recorrido.

Pese a lo dicho, el mérito del Mallorca permanece intacto. Cada uno arrastra sus cruces y la suya es infinitamente más pesada. La realidad en este caso es que el equipo está muy ajustado y la lucha por la salvación no es una sorpresa, sino una consecuencia lógica. Por eso tiene muchísimo valor la presteza de Manzano para acudir al rescate, su ánimo y su sonrisa, su empeño por recuperar psicológicamente a unos jugadores a los que imagino abatidos por la tristeza cenicienta de Héctor Cúper.

Que la terapia Manzano funciona resultó evidente cuando el equipo se rehizo después del gol del Madrid. El tanto era una daga porque no respondía a los méritos de los contendientes. Son muchos los que ante adversidades así se abandonan y rumian el resto del partido su mala suerte.

Ese gol, que en otra situación hubiera sido definitivo, fue obra de Sergio Ramos, que cabeceó, poderoso, uno de esos centros de Beckham desde la derecha, ya saben. Como Ramos ya había superado hacía poco a Nunes en un salto parecido (el balón rozó el palo), no sorprendió mucho el desenlace de la jugada. El Madrid se ponía por delante aplicando hasta el extremo la ley del mínimo esfuerzo. Además del gol, en la primera media hora sólo se recuerda un tiro de Ronaldo desde la frontal, raso y centrado. Y no es que el equipo se moviera al trote, es que lo hacía andando, a ritmo de quien pasea a Sultán.

Entrega local. El Mallorca, sin muchos alardes, disfrutó antes y después de varias ocasiones. El italiano Doni sorprendió desde atrás en una jugada a balón parado, pero cabeceó alto y mal. La defensa madridista se quedó a media salida. Arango, el futbolista de más calidad del equipo, acarició la escuadra izquierda de Casillas en otro golpe franco; lo mejor fue su toque, dulce, sin lastimar la pelota.

Ese simple goteo ya ponía en muchísimos apuros al Madrid, insustancial en el centro del campo y desparramado por el césped, sólo constante en su modo de perder balones ante la más mínima presión. Además del pundonor general y el talento de Arango, Pisculichi era otra fuente de problemas, más por insistencia que por cierto. De su imprevisible electricidad da pistas su apellido, que es algo así como una fusión de "piscolabis" y "whiskycheli", y espero que sepan perdonarme sus ancestros. Piscu (como aparece en su espalda, sin mejorar la abreviatura el tono festivo) sufrió una entrada de Gravesen que sólo por cinco centímetros dejó de ser el penalti más absurdo del año. Sin mediar peligro ni provocación, mientras Piscu domaba la pelota en la frontal, el danés le soltó una descarada patada a la rodilla.

Muy poco antes del descanso, Arango perdonó después de salvar la salida de Casillas. Pero era un aviso. Inmediatamente después, Ronaldo también se mostró compasivo en un mano a mano con Prats. Se podrá decir que antes las metía, pero en ocasiones como la de ayer, no tengo muy claro si Ronaldo es culpable o víctima del mal juego. No me pregunten por qué, pero su soledad me recordó a la de Casillas.

La remontada. El empate del Mallorca llegó de penalti y el penalti dejó en evidencia a Sergio Ramos. Sólo quien no está concentrado puede cometer una falta tan clamorosa, un agarrón en las mismas narices del árbitro. Pisculichi marcó de tiro rasito por el mismo centro de la portería. Faltaban 38 minutos, un mundo para quien es superior y quiere demostrarlo.

El primer cambio de López Caro fue dar entrada a Salgado por Beckham. La idea era ganar profundidad por la derecha, pero decisiones parecidas acabaron con otros entrenadores. Luego, siguiendo el escalafón, Raúl relevó a Baptista. Sólo a falta de 13 minutos salió Cassano, que con desprecios así tiene razones para vengarse y devorar todos los donuts de la panificadora nacional. La aproximación más peligrosa nació de sus botas: un centro-chut que se estrelló en el larguero.

El segundo tanto del Mallorca se veía venir y vino. Basinas, un griego que fue campeón de Liga y Copa con el Panathinaikos, dejó de ejercer de fontanero por un momento para enviar un pase exquisito al hueco. Donde no había nadie apareció Arango, que burló con clase a Casillas y remató a puerta vacía. La fiesta que se montó en el banquillo del Mallorca, señores saltando, paraguas por el aire, contrastaba con la forma que tuvieron algunos suplentes del Madrid de celebrar el tanto de Ramos: fríos aplausos, algunos ni siquiera eso. La imagen del Madrid tampoco se vio favorecida cuando en pleno intento de remontada una cámara sorprendió a Helguera comiendo pipas.

"Cuéntale a tu corazón que siempre existe una razón escondida en cada gesto". También lo dice Serrat. Yo me sumo.