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Primera | Real Madrid 3 - Alavés 0

El Madrid se afila los colmillos

Guti y Robinho sentenciaron en diez minutos. El Alavés, una sombra. Raúl, ovacionado en su vuelta.

Actualizado a
<b>90 DÍAS DESPUÉS.</b> Raúl volvió a pisar el césped del Santiago Bernabéu tres meses después de sufrir la rotura del menisco de su rodilla izquierda en el partido contra el Barcelona de la primera vuelta. El capitán, que entró en el minuto 66, recibió una calurosa ovación por parte del público. Raúl intervino sobre todo en la distribución en el centro del campo y marcó un gol que fue mal anulado por Undiano.
jesús aguilera, jesús rubio, helios de la rubia, alejandro gonzález y pepe andrés

No siempre se puede ser brillante. En la mayoría de las ocasiones el desafío no es otro que salir al mundo, no romper nada y que tampoco te lo rompan a ti. Esa es la heroicidad de lo cotidiano, no resbalar en la ducha, no caer en la zanja, no discutir, silbar y dormir. En definitiva, acumular fuerzas, reservar sudor, enfados, chistes, musas, si las hubiera. Eso es, exactamente, lo que hizo ayer el Madrid. Consciente de la importancia de los retos que se aproximan, aprovechó el impulso de la Copa para zanjar el partido en apenas diez minutos, dos goles, plas, plas, silbar y dormir. Para quien necesitó cinco tantos hace poco debe ser un alivio poder conformarse con un par de ellos. La preparación para la hazaña es un gran entrenamiento para lo cotidiano.

La impetuosa salida del Madrid nos impidió conocer las intenciones del Alavés, no hubo intercambio de pareceres, ni siquiera ese chocar los guantes que precede al combate. Como no le dio tiempo a echar raíces, ya nunca sabremos cómo estaba plantado el equipo, si era valiente o no. Lo único que conocemos es que cuando el árbitro pitó el inicio el Alavés dibujaba un perfecto 4-3-3 con la simetría y rectitud de los jugadores de un futbolín. No apostar por ese esquema le costó el puesto al último entrenador y no está el asunto como para saltarse las indicaciones del bwana. Por cierto, hay muchos traumas infantiles que nacen de deseos jamás cumplidos y es evidente que lo que nunca trajeron los Reyes Magos al niño Piterman fue un futbolín o similar. Y es lo primero que se ha comprado cuando ha sido mayor.

La primera aproximación del Madrid fue gol. Juanito (nombre herético en el Bernabéu si no se viste de blanco) despreció el despeje de un balón envenenado y erró en el control. Robinho, atento, convirtió el regalo en pase hacia atrás y por allí surgió Guti, que pegó uno de sus zurdazos secos, rotundos. Costanzo rozó el balón, pero para despejar esos proyectiles no basta la yema de los dedos, es necesaria hasta la clara. La jugada nos confirmó que pocos futbolistas tienen tanto talento como Guti para incorporarse al remate desde la segunda línea de ataque.

La sentencia.

Sin reponerse del susto, el Alavés sufrió el segundo directo al mentón. Guti se inventó una de esas vaselinas que convierten el balón en garbanzo y el pie en cuchara y convirtió en excelente el desmarque de Baptista. Si eso era bueno, lo mejor estaba por venir. La Bestia se acomodó la pelota con el pecho (lobo) y, cuando se esperaba cualquier otra cosa (para ser sinceros, que acabara en el limbo), el brasileño remató con una chilena tan preciosa como espectacular porque eran muchos los músculos por el aire. Si en esas piruetas ya es difícil hacer coincidir pie, esférico y dócil caída, mucho más lo es disparar con fuerza; él cumplió las dos primeras condiciones, pero sufrió un costalazo. El único problema es que el balón se estrelló en la cepa del poste y Robinho se aprovechó del rechace para llevarse toda la gloria con un gol notable, pues se necesitaba temple para burlar al portero. El único consuelo que le queda a Baptista es que saldrá en las repeticiones.

Otro de los problemas de Baptista se localiza en la extraña ausencia de Ronaldo, fuera de plano en muchas de las mejores ocasiones del Madrid. Sin él por allí, el voluntarioso Baptista accede a terrenos donde no se mueve con soltura porque le falta espacio y décimas de segundo. Pese a todo, el sentido común dice que acabará siendo el magnífico futbolista que demostró ser en el Sevilla.

El primer acercamiento del Alavés se generó desde la izquierda, con un pase estupendo de Nené y un cabezazo flojo de Aloisi, que remató como si tuviera dos gorros de lana. Casillas, que pudo adornarse con el salto del ángel, detuvo con sobriedad. Como estaba previsto, el peligro del Alavés, muy sacrificado por lo demás, se limitaba a lo que se le pudiera pasar por la cabeza a Nené, buen futbolista que algunos dicen que Piterman exhibe con la intención de vender al mejor postor.

Salvo un par de disparos de Baptista, una buena contra del Madrid y los maravillosos arrebatos de casta de Sergio Ramos, la primera parte finalizó sin otras cuestiones dignas de mención.

El encuentro parecía tan inamovible que imagino dudas en los jugadores a la hora de saltar al campo en la reanudación. Pero saltaron. De todos ellos, Guti era el que hacía mucho más que dejar pasar el tiempo. Además de su interés en cuanto sucedía, varios de sus pases fueron primorosos, algunos de tacón, aunque siempre se trataba de movimientos precisos, sin alardes, de futbolista que se lo está pasando bien. Es la ventaja de quienes consiguen aislarse del mundo y viajan por la vida con los cascos en las orejas, que igual sobreviven a los naufragios colectivos que tienen problemas para contagiarse con el entusiasmo de los demás, depende de la música.

Como a falta de acierto el Alavés estaba peleón (Piterman esperaba en el vestuario), los tobillos de Guti recibieron recordatorios de todos los tipos. Pero más que un castigo, era una prueba. A Guti sólo le falta cierto estoicismo a la hora de encajar los golpes, entender que no se trata de cuestiones personales, encauzar la rabia de las patadas hacia un único tipo de contestación: el gol. Cuando lo consigue se convierte en un futbolista inmenso.

Con los puntos en el bolsillo, López Caro dio media hora a Cassano, que intuyo que necesita más confianza que tiempo. Aun así intervino con clase y al toque en la mayoría de los balones que le llegaron. Uno propició el gol de Cicinho (magnífica llegada y gran recorte) y otro fue asistencia para un tanto de Raúl que el árbitro anuló a instancias de un imaginativo asistente.

Regreso.

Sí, volvió Raúl. Y estoy por decir que ya no corre como un chico, sino como un adulto. Antes de entrar al campo miró al cielo y el público le recibió con una generosa ovación, seguro de que su nombre inspirará a próximas generaciones y futuras remontadas. El destino quiso que el capitán tuviera que disparar desde el mismo tepe donde se lesionó hace tres meses y el destino quiso que el balón botara sin traiciones. No fue gol, ni se recuerda la dirección del tiro, pero el trauma está superado.

Sin heroicidades ni excesivas brillanteces, pero con suficiencia: tres puntos y tiempo para pensar en el Arsenal. Eso para el Madrid. Para el Alavés, esfuerzo, pero sin profundidad y sin fe. Para Piterman, un futbolín.