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Copa del Rey | Zaragoza 6 - Real Madrid 1

Diego Milito y Ewerthon S. A.

Glorioso partido del argentino, que marcó cuatro goles. El brasileño logró dos y dio una asistencia. El Zaragoza está en la final. El Madrid, un desastre

Actualizado a
Diego Milito

El éxito incluye atajos, pero son caminos escarpados, prácticamente inaccesibles. En el fútbol, de hecho, el éxito no se suele homologar hasta que se conquista una Copa. Por eso es raro el caso de quienes un buen día o una noche de luna deciden que ha llegado su momento de gloria y, saltándose el papeleo, edifican una hazaña gigantesca e inesperada, mucho más alta que las Copas, para que pueda distinguirse bien. Un éxito instantáneo, algo así como un doctorado honoris causa que nos convierte en alumnos ilustres sin cinco años de carrera, sin título, pero honorables. Eso consiguió ayer el Zaragoza en La Romareda, ante sus aficionados, que a estas horas estarán deseando hacerse viejos para poder contar la historia a quien no la vio.

Aunque no es la primera vez que el Zaragoza le mete seis goles al Madrid (lo hizo el 1 de mayo de 1975, también en La Romareda), esta proeza tiene el mérito de acumularse a las eliminaciones del Atlético y el Barcelona, lo que excluye la casualidad o la inspiración repentina y nos sitúa ante un equipo formidable, histórico, porque nadie ha alcanzado una final de Copa después de eliminar a los tres clubes más laureados del fútbol español, y el Zaragoza lo va a conseguir.

Pero si todo el conjunto de Víctor Muñoz ha participado en la construcción de ese túnel que ha desembocado en los libros de historia, hay un futbolista que trascenderá el éxito para entrar en la leyenda, Diego Milito, autor de cuatro de los seis goles. Esa medalla le acompañará de por vida allá donde vaya. Su destino más próximo es el Mundial de Alemania. Quién lo iba a suponer cuando hace sólo una temporada jugaba en la Serie B italiana. Quién iba a imaginar que el Génova, su equipo, sufriría un descenso administrativo después de subir a Primera y quién podía prever que eso le abriría las puertas del Zaragoza. Los tortuosos atajos del éxito.

Por lo demás, Diego Milito ya se venía anunciando como un delantero centro prototípico, un nueve puro, una especie en extinción en este mundo plagado de medias puntas volátiles. Uno de esos delanteros que no conversan en el área, un rematador fulminante con ambos pies y un cabeceador soberbio con ambas sienes. Con sus cuatro tantos de ayer, ya suma 17 goles en lo que va de temporada.

El otro asesino.

Pero si se habla de Diego Milito, ese tipo que mató a Liberty Valance, también hay que hacerlo inmediatamente después de Ewerthon Henrique de Sousa, más conocido con el primero de sus nombres, que suena como un rayo o como un producto de limpieza nuclear o como un implacable matamosquitos. Todo eso es Ewerthon, autor anoche de dos goles, el último asombroso, y de una asistencia, la que sirvió para abrir el marcador.

Ewerthon, que ya era uno de los jugadores más destacados del Borussia Dortmund cuando los alemanes se enfrentaron al Madrid en 2003, ha renacido en el Zaragoza, si es que se puede renacer a los 25 años, que no creo, lo más probable es que estemos todos ciegos, los ojeadores del mundo que pasen primero.

Bien, hablemos del Madrid. Y asumo que toda crítica es ventajista después del desastre. Pero es un hecho que la milagrosa recuperación, su racha de siete victorias consecutivas, se había logrado ante equipos medianos o en horas bajas. Y decir medianos es decir menores porque en el fútbol español, entre un selecto puñado de equipos y el resto, se abre un abismo de calidad. Por eso la resurrección necesitaba de una prueba definitiva, de un rival de verdad, de una delantera imponente contra la que fajarse. Y ha tenido que ser un enemigo así el que ha descubierto la realidad de lo que es el Madrid. Bastante para acabar la Liga con mucha dignidad, pero insuficiente para luchar por los títulos.

Y otro apunte, también intuido. El restablecimiento de los lesionados, de los teóricamente titulares, por alguna razón que tiene poco que ver con la lógica, ha roto el encanto del equipo, su fuerza, su compromiso, como si ya no fuera necesario morir.

Todos esos detalles se dejaron ver desde el primer instante. El Zaragoza salió como un ciclón y quien más soplaba era Cani, el héroe sin muescas en el revólver, la mente pensante. Un par de movimientos suyos fueron los primeros en desequilibrar al Madrid. Y digo movimientos, no regates, ni disparos, porque el chico, como Zidane, quiebra cinturas con los ojos. Nos lo anunciaban desde hace mucho tiempo y por fin se nos ha aparecido a todos, incluso a los que miramos de vez en cuando. Cani, que heredó el apodo de su padre, también futbolista aunque sin fortuna, es un jugador extraordinario al que sólo le faltaba pasar del goteo al chorro.

Los disparos.

El primer gol llegó al cuarto de hora. Ewerthon humilló a Helguera en una carrera y asistió a Diego Milito, que se sacó un misil de la media. Qué grandes parecen las porterías cuando chutan buenos delanteros. El segundo sobrevino siete minutos después. Saque de banda con dirección a Diego Milito, que sorprende a la defensa del Madrid, tan inocente que hasta Ramos levantó el brazo para denunciar la infracción que no contempla el reglamento. El tercero cayó casi con la misma cadencia. Cani centró desde la banda y Diego Milito cabeceó solo, con la fortuna de que el balón rozó en Helguera y burló a Casillas, que no paraba de susurrar, algunos creen que plegarias, yo que blasfemias.

El Madrid sólo se agarraba a un gol de Baptista, fruto de la estrategia y del prodigioso toque de Beckham, que amagó un golpe franco y dio una asistencia. Todavía quedaba vida para los blancos, pero no mucha. Diego Milito logró el cuarto en la reanudación al cabecear, de nuevo solo, como si para la policía aún no estuviera claro el asesino. Ewerthon abrió la manita en una contra y el brasileño necesitó de la otra para señalar el marcador final.

La contundencia del resultado casi reduce a anécdotas los dos penaltis no señalados que sufrió el Madrid, el primero de César, por arrollar a Robinho, y el segundo de Álvaro a Baptista, al que por ser grande nunca se considera suficientemente herido.

No será la Copa. La única salvación para el Madrid esta temporada es la Champions. En el fondo, como tiene que ser.