Y que cumplas muchos más

Copa del Rey | Real Madrid 1 - Betis 0

Y que cumplas muchos más

Y que cumplas muchos más

Robinho fue la estrella el día de su 22 cumpleaños. Su gol clasificó al Madrid para semifinales. El Betis, una sombra. Cassano, titular por primera vez

Robinho cumplió ayer 22 años, una edad que la mayoría de nosotros apenas distinguimos, seguramente porque ha pasado mucho tiempo y probablemente porque supera el inolvidable intervalo de nuestras primeras conquistas, el carnet de conducir y las otras, recuerdos a los que sí podríamos poner el día, la hora, el tapizado del coche, los pajarillos en las ramas y las nubes en el cielo. Sin embargo, y a pesar de que los años que cumplimos no son los que tenemos, sino los que dejamos de tener (tenebrosa reflexión), lo cierto es que la simple variación de un dígito implica una transformación, una diferencia, aunque sólo sea porque jugaremos el resto de la temporada con un nuevo dorsal. Imagino que el impacto es mayor cuando quien cumple es niño prodigio y los años, en lugar de esperar, persiguen.

Desde luego que sería muy aventurado afirmar que Robinho estuvo ayer benéficamente influido por su cumpleaños y que ha sido su inminencia la que le ha hecho despertar del letargo, como si hubiera recibido la llamada de la madurez. Lo más fácil es que su evolución sea la normal en un muchacho que hace sólo seis meses vivía en Brasil como el rey de su pequeño mundo. Sea como sea, los que miramos tenemos el privilegio de verle crecer, y no como persona, que sería como ver crecer la hierba, sino como futbolista, desarrollo infinitamente más rápido en el que ha pasado, casi sin darnos cuenta, de los pañales al bigote.

Ayer volvimos a tener otra muestra de su progresión, espero que imparable. El mejor ejemplo fue su gol. Beckham corrió un contragolpe como quien transporta una bomba a punto de explotar y en el momento adecuado se la entregó a Robinho, tal vez pensando que sólo él sabría qué hacer con ella. Y tenía razón. El chico, que estaba todavía demasiado lejos del gol, acortó distancias con dos zancadas que incluyeron un fulminante regate a Varela que incluso a cámara lenta parece demasiado rápido. Cuando se encontró frente a Doblas ya sonreía, como si llegar hasta allí hubiera sido lo más complicado y marcar lo más sencillo. Balón cruzado y gol. Y baile con rabia, porque ya tiene 22 años y hace lo que le da la gana.

Esa jugada resumió muchas de las cosas que han cambiado en el Madrid, además del propio Robinho. Después de un ataque del Betis, Casillas puso el balón en juego como quien entrega un testigo en los relevos, primero Zidane, luego Beckham y al final el corredor más veloz, Robinho. Hacía mucho tiempo que el Madrid no llegaba a la portería contraria por el camino más corto y más rápido, la línea recta y la cuesta abajo. Hay una gran diferencia entre sobar y tocar.

Línea ascendente. Pero no fue ese el único destello del Madrid, que completó un partido muy aseado, en la línea de los últimos, y solventó la eliminatoria con mucha suficiencia, sin más problemas que el par de sustos que conjuró un acertadísimo Casillas. No llegó a más el Betis, que dejó en el Bernabéu una impresión muy pobre, de grupo sin alma, sin jefe. O lo que es peor, de generación perdida. Joaquín estaba triste, qué más se puede señalar.

Tal vez las únicas sorpresas del choque se concentraron en la alineación titular del Madrid. López Caro sorprendió de inicio con Roberto Carlos y, especialmente, con Cassano, del que había dicho en la víspera que no está en su nivel óptimo. Con todo, y aunque su colocación como jugador más adelantado es muy cuestionable, su incorporación era de agradecer porque daba lustre al Madrid, que saltaba al campo con todas las joyas en el escote. Y así es como se debe tratar al torneo.

En el equipo del Betis sólo llamaba la atención la ausencia del brasileño Tardelli, uno de los más peligrosos en la ida, y aún en mayor medida las medias de Doblas, que más bien parecían pantys. Por lo demás, el pantalón negro del equipamiento verdiblanco otorgaba al equipo mayor solemnidad, aparente peligro, pero sólo aparente.

Robinho ya avisó en el primer minuto de que era su cumpleaños y quería pasarlo bien, aunque esta vez Doblas le aguó la fiesta. A los doce minutos, Dani sacó bajo palos un cabezazo de Sergio Ramos a la salida de un córner. Del rematador se podría decir que se queda muy cerca del retrato robot de lo que sería el jugador ideal del Santiago Bernab en ese dibujo tendría el mismo corazón y sólo cambiaría su pelo, más corto, a ser posible como Camacho cuando regresó de la mili. Hay conciencias colectivas que dibujan a navaja.

Mucho peligro. En esos instantes cada saque de esquina que botaba Beckham volaba con el rumor del gol y hubo muchos rumores porque sacó cinco córners en menos de media hora. Ocurría algo parecido cuando la pelota era propiedad de Robinho, que estaba dispuesto a intentarlo todo. Una de sus internadas acabó en pase a Cassano, que remató con suavidad y se estrelló en Doblas. Por lo demás, el italiano estaba algo perdido como punta de lanza.

Las mejores ocasiones del Betis fueron casi seguidas. Primero un centro de Castellini desde la izquierda que Dani cabeceó flojo y luego una incursión de Joaquín, la única, que salvó Casillas. Fue justo después de ese último acercamiento cuando llegó el gol del Madrid, la carrera de relevos.

Tras el descanso, Serra dio entrada a Tardelli y Edu, que debieron salir desde el principio porque reactivaron en lo que pudieron el fútbol del Betis, bastante mortecino en general. Pero ni siquiera en esos momentos los verdiblancos dieron la impresión de poder equilibrar el partido, mucho más cerca del segundo tanto local. Los síntomas que transmite el Betis son preocupantes, porque tienen más que ver con la depresión que con la imaginación.

El momento de entusiasmo del Madrid volvió a quedar patente cuando hasta Gravesen y Raúl Bravo se sumaron al guateque y participaron con cierto lucimiento. En el caso del gran danés hay que destacar que no se le recuerda ni una sola falta.

Robinho, que escribió el prólogo, firmó también la última línea. Un balón que caía del cielo lo rozó con la pedicura del pie derecho y lo dejó a los pies de Cicinho, que se empachó con el pastel. No cabe duda, era su cumpleaños y podía hacer lo que quería. El caso es que todo lo hizo bien.