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Copa del Rey | Atlético 0 - Zaragoza 1

Bianchi, tocado y hundido

Ewerthon encarriló el cruce y el Calderón no aguanta

<b>DESOLACIÓN GENERAL. </b>Martin Petrov, que volvió a cuajar un desafortunado partido, se lamenta con Ponzio al fondo.

El Atlético parece no tener fondo por más que lo busque. El enésimo desastre se llevó por delante la mayoría de sus sueños coperos, los únicos que aún no eran pesadillas, y a partir de ahora sólo se adivinan llantos y lamentos. Bianchi sigue, al menos hasta el sábado ante el Betis, pero es un muerto viviente. La afición le ha sentenciado y los directivos, pese a que querrían aguantarle hasta junio, saben que si no dan carnaza a la grada, ellos serán los próximos objetivos. Una vieja historia que siempre acaba igual. Si ayer en el Calderón, en vez de 10.000 fieles indignados, hay 50.000 seguramente todo se hubiera precipitado.

Discúlpenme los aficionados del Zaragoza por tardar tanto en hablar de su equipo que, al fin y al cabo, dejó encarrilada la eliminatoria, pero es que tampoco le fue necesario brillar para ganar el partido. Se limitó a esperar que el Atlético se desintegrase, lo que siempre acaba sucediendo. Nunca sufrió y aprovechó un arreón de tres minutos mediada la segunda parte para, primero, poner nervioso al rival con dos ocasiones de Óscar y Cani. Ya con el miedo metido en el cuerpo, Ewerthon encaró a Pablo, se le fue por velocidad y la cruzó de maravilla ante Falcón. Un golazo que fue una sentencia.

La última media hora fue un horror rojiblanco, incapaz hasta niveles espeluznantes. Mientras, la grada gritaba, Bianchi mantenía el tipo con un impotente hieratismo y el Zaragoza le tiró un capote al Atlético, no hurgando en la herida.

Tampoco antes habían sucedido demasiadas cosas. Si acaso la enésima jugada en la que los rojiblancos se hacen un harakiri innecesario. En el minuto 40', César salió a por uvas en un córner y se generó el típico barullo que suele acabar en gol para el resto de equipos del mundo. Contra todo pronóstico, esta vez el Atleti también logró marcar, pero a Zahínos se le ocurrió intentar tocar el balón con la mano y todo quedó anulado. Si no saca el brazo, pasa lo mismo: gol. Pero en este Atlético lo que va mal siempre logra acabar peor. Tiempo al tiempo.

Porque no ha terminado la primera vuelta y, salvo heroica resurrección en Zaragoza, al Atlético sólo le queda mantener la categoría. Y, si cae Bianchi, ¿qué va a cambiar? ¿Aprenderán a jugar sus vulgares centrocampistas? ¿Petrov, de repente, dejará de correr como pollo sin cabeza? ¿Pablo y Perea volverán a su nivel por arte de magia? ¿Torres recuperará la fe y, por extensión, el fútbol? ¿De verdad todo es culpa del entrenador? No. BIanchi se irá sin pena ni gloria, pero el problema es mucho más profundo. El partido de ayer fue otro suplicio más en la línea de los últimos ocho años. El Zaragoza puso pie y medio en cuartos y el Atlético avanza firme en su viaje a ninguna parte.