El triunfo de los viejos valores

Copa del Rey | Athletic 0 - Real Madrid 1

El triunfo de los viejos valores

El triunfo de los viejos valores

El Madrid ganó en San Mamés por tesón y orden. Beckham logró un tanto que vale oro. La defensa del Athletic, un flan. Robinho parece resucitado

Mucho más que una victoria, se suele decir siempre y lo cierto es que no conozco triunfos que no contagien alegría y esperanza, éxitos que se agoten en sí mismos. No. Ganar, poco importa de dónde se venga, coloca inmediatamente a quien lo consigue en la acera del optimismo, el futuro despejado, año nuevo, vida nueva, arriba los corazones. Ganar es un cambio de casta, de posición social. Volátil, pero cambio al fin y a cabo. Y en ese lugar está ahora el Madrid, capaz de todo gracias al gol de Beckham, y de eso se aleja el Athletic, que fue un ligeramente peor que su rival y esa inferioridad no resistió el empate.

El Madrid venció y no se puede desdeñar el logro porque no se imponía en San Mamés desde 1998, dato que demostraba su incompatibilidad con ese estadio, donde últimamente se le recuerdan muchos revolcones. Quizá por eso se disculpe mejor su falta de exquisitez y su empeño por desarrollar valores que tienen más que ver con el tesón que con el talento. No es mal comienzo para quien pretende cambiar de vestuario con el coche en marcha.

El partido estuvo animado durante la primera parte, equilibrado en agilidad y oportunidades. A ello contribuyó de forma considerable la defensa del Athletic, que es un flan (gelatina, si la prefieren), y la disposición del Madrid sobre el campo, muy abierto y con la consigna de aprovechar las bandas, asunto en el que se aplicó Robinho, muy activo.

Fue Beckham quien, a los cinco minutos, abrió el fuego con un buen lanzamiento de falta que repelió Aranzubia con cierto escándalo. Desde entonces el choque se convirtió en un toma y daca o en una de esas atracciones de feria, la góndola creo, que balancean al personal de proa a popa, fantásticas máquinas para centrifugar los churros con chocolate recién ingeridos y sacarlos a pasear.

Aduriz no tardó en dar la réplica con un disparo que, aunque debió ser más fuerte (la pegó con el interior del pie cuando debió romper la pelota), no carecía de dificultad para Diego López, que despejó con solvencia. En general, el joven portero se comportó con aplicación y sólo pecó de timidez en algunas salidas por alto, justo lo que se critica de Casillas. Aduriz, a pesar de ese primer brote de inocencia, aportó lo que se espera de un delantero centro, pelea y algún remate, el mejor el que ilustra las páginas y que no se fue lejos de la escuadra. Pero en ningún caso inspira el pavor que genera la simple presencia de Urzaiz o el interés que despierta el niño Llorente.

Las virtudes. Dentro de la igualdad que mantenía el encuentro, el Madrid parecía algo más incisivo, rápido a la contra (lanzado por Guti), generoso en los apoyos y bien colocado. En todo eso se nota la sensatez del nuevo entrenador, aunque esas virtudes no bastan para alcanzar la brillantez que se le debe exigir al equipo. De las citadas virtudes excluimos a Baptista, extrañamente torpe durante los 90 minutos.

El Athletic, entretanto, equivocaba la estrategia, pues, como ya había anunciado Clemente, apostaba por el físico sin tener futbolistas para ello, pequeño detalle. Y es que en Lezama florecen los estilistas pero hay carestía de fornidos defensas y centrocampistas leñadores. Por eso, sin balón, a los locales les valió de poco su entusiasmo.

Buena parte de los problemas del Athletic, ya mencionada su horripilante defensa, también estuvieron provocados por la ausencia inicial de Yeste, el único de los rojiblancos que aporta sorpresa, imaginación. Clemente alineó como titular a Julen Guerrero, y la apuesta nos pareció agradable porque somos románticos y se trata de un magnífico futbolista. O se trataba, es complicado establecer la frontera del ocaso. Por edad, 31 años, habría que confiar en su regreso, pero si consideramos que debutó en 1992, con 18 primaveras, podemos concluir que después de 14 temporadas tiene una carrera más que cumplida, y con nota.

El caso es que Guerrero dejó al equipo sin Yeste y lo acusó el Athletic a pesar de la buena voluntad de Julen, que en el minuto 36 dispuso de una ocasión a bocajarro que estrelló en los pies de Diego López.

Pero cuando resultó más evidente que el choque se inclinaba en favor del Real Madrid fue cuando Robinho comenzó a entrar en juego. Pegado a la banda izquierda, el muchacho sembró el pánico en varias de sus intervenciones. La primera, nacida de una buena triangulación, se frustró por el fuera de juego. Pero en las siguientes fue afilando el puñal. La mejor se dibujó con una internada que concluyó con un disparo alto.

La influencia de Soldado, un ariete que fija a los defensas y ofrece una referencia al equipo, también hacía mucho bien al Madrid. El canterano chutó las que le llegaron y se movió con acierto por la delantera. Por eso se entiende mal que fuera sustituido a las primeras de cambio.

Impulso. En la segunda mitad el Athletic salió impulsado por el discurso de Clemente, que debe ser tonificante. Fueron sus mejores momentos, porque se adueñó de la pelota y empujó con criterio, por las alas. Curiosamente y a pesar de ese dominio, la oportunidad más clara en la reanudación la tuvo Baptista, pero Aranzubia reaccionó a su tiro cruzado como un gato ante una sardina.

Superado el primer cuarto de hora, Clemente hizo dos cambios que parecían prometedores: Llorente y Yeste reemplazaban a Etxebe y Guerrero. Poco después, Zidane sustituía a Soldado, lo que tenía menos sentido. Pero esto es fútbol, ciencia que carece de lógica y en la que igual se doctoran los tarugos que los eruditos.

Justo después de dos ocasiones que pusieron en pie a San Mamés, la primera un centro de Yeste que rozó el palo y la segunda un zapatazo de Llorente, el Madrid logró el tanto de la victoria. Y la jugada fue impecable. Guti, que volvía a dirigir la contra, divisó a Robinho por la izquierda y le puso uno de esos balones que son trenes en marcha a los que resulta imposible no subirse. El brasileño llegó hasta la cocina y allí envío un gran pase que convirtió en asistencia Beckham, que llegó al remate como un búfalo (perdón, como un centauro) y que en la celebración se descorchó como una botella de champán. El festejo no gustó demasiado a la grada, que para guapo ya tiene a Julen, que encima no tiene mechas.

En partidos así, tan igualados, los goles en contra suelen ser muros demasiado altos. Eso explica que el Athletic no encontrara respuesta, ni siquiera en esa ocasión final que se concede a los equipos que acosan, el último deseo de los condenados a muerte. De hecho, no hubo ocasión final, sólo un asedio inútil del que se zafó el Madrid sin demasiados apuros.

No se pueden extraer conclusiones definitivas, por supuesto. Pero el Madrid sale reforzado, además de por la victoria, por el orden y el ánimo. Aunque tendrá que confirmarlo todo el próximo domingo en Villarreal contra un peso pesado.

En el caso del Athletic, la derrota escuece, pero lo positivo es que el aceptable comportamiento general debería espantar el fantasma del descenso a poco que se apuntale un poco la defensa, labor que no debería ser complicada para un especialista como Clemente.

Queda el partido de vuelta y no están los tiempos para decir que el Madrid tiene resuelta la eliminatoria, aunque lo parece.