Volvió Joaquín y le dio la gran serenata a Piterman

Esto del fútbol es cuestión de momentos. Y anoche hubo dos muy puntuales que definieron el partido. En el minuto 23, Velasco Carballo se inventó el penalti nuestro de cada día. Juanito no derribó a Nené, sino que éste se tiró de cine. Lo lanzó (es un decir) el brasileño, y lo hizo tan mal que Doblas lo detuvo sin dificultades. Felizmente para el Betis, el árbitro no vio que Luis Fernández se metió en el área, con lo que debió ordenar su repetición. Y es que son tan malos estos colegiados de Sánchez Arminio que hasta se lesionan los linieres. Ayer cayó uno a los 17 minutos por un tirón y tuvo que ser reemplazado por el cuarto árbitro. Y luego dicen que pasan miles de pruebas físicas... Pero a lo que íbamos. Ese penalti marcó el principio del fin de un Alavés cuyos jugadores deben estar mareados. ¿A quién hacemos caso, a Piterman o a Cos? Y cuando Joaquín se puso a funcionar, todo fue más fácil para los béticos, que tuvieron la inmensa suerte de marcar el 1-0 en la última jugada de la primera parte. Maravillosa acción de Joaquín, asistencia de Edu y valiente remate del malagueño Fernando, que se jugó la pierna. Costanzo, un portero argentino con pinta de galán de 'Pasión de Gavilanes', contempló estupefacto que aquello era una ruina en los planes tácticos de su presidente-entrenador-delegado-fotógrafo-censor de prensa.

El canto del cisne alavesista vino con Joaquín. En campo bético robó el balón a Jandro. Carrera veloz, se apoya en Edu y ve cómo Xisco está listo para la carrera. Gol del mallorquín y delirio en la grada. El 3-0 fue el justo premio para el del Puerto. Así, el Betis sale de la cola y pone fin a ocho jornadas sin ganar. Mientras, los vitorianos se van al hoyo y tienen muy mala pinta. Y no ha ganado ni un partido en casa. Malos tiempos para don Dimitri.

El detalle: un palco sin presidentes

En el palco presidencial brillaron por su ausencia, los presidentes de Betis y Alavés. Mientras Manuel Ruiz de Lopera veía el partido desde su domicilio en Jabugo, Dimitri Piterman se sentó en el banquillo para ejercer otra de sus pasiones preferidas: hacer de entrenador.