El Madrid y el Bernabéu miden al equipo revelación

Primera | Real Madrid - Osasuna

El Madrid y el Bernabéu miden al equipo revelación

El Madrid y el Bernabéu miden al equipo revelación

felipe sevillano

Zidane, en el banquillo. El Osasuna de Aguirre no se esconderá

Ante ustedes, el público del Bernabéu. Frío, exigente, de poco cantar. Y temido. Hace quince días que parecen quince años provocó la destitución de Luxemburgo por ganar de mala manera. Sí, porque, entre las formas de definir una victoria, el aficionado del Bernabéu, que no siempre coincide con el seguidor genérico del club, distingue entre ganar bien y ganar mal. Hay quien no entiende tanto refinamiento. Ese día que fue el último de aquel entrenador hubo algún jugador ilustre que reprochó al público sus silbidos y reclamó amargamente ánimos porque de otro modo "parece que jugamos en campo contrario". Como suele ocurrir en situaciones semejantes, no pasó mucho tiempo antes de que un canterano, criado en la casa y en sus sensibilidades, saliera al quite y, no sin algún apuro, recordara aquello de que el cliente siempre tiene razón.

Es curioso que futbolistas que no sienten más lealtad a unos colores que la que dicta un buen contrato (y no hay nada de malo en ello, conste) se permitan exigir fidelidad ciega a quienes pagan una entrada. Resulta sorprendente que en esta misma semana se vuelvan a oír esas peticiones de auxilio a la grada; nunca escuché a un actor o a un cantante pedir los aplausos por anticipado. Y recuerdo que hace no muchos años, el comodín del público sólo se utilizaba en las épicas noches europeas. Para el resto de partidos bastaba con el coraje habitual.

Si comienzo por el público del Bernabéu es porque hoy su dictamen volverá a ser concluyente. Lo está siendo toda la temporada, incluso antes. Lo fueron los aplausos al Barcelona y los pañuelos a Luxemburgo. Y lo es, también, el calor con el que se premia a Sergio Ramos y el frío que rodea a Robinho. A ese veredicto, poco caprichoso, se somete hoy, por vez primera, López Caro. Y me atrevería a señalar que parte con una ligera ventaja: independientemente de sus aportaciones deportivas, le ha restado sofisticación al entorno, y eso se agradece. Se entrena más, se filosofea menos. El madridismo no quiere equipos de autor, quiere equipos.

El nuevo técnico se presenta en casa con la previsible ausencia de Zidane, quien, aunque convocado, se quedará en el banquillo por una herida en el tobillo izquierdo que le ha impedido entrenarse. López Caro asegura que "jugarán aquellos que estén al 120%" y le tomamos la palabra. Como regresa Beckham, Robinho pasará a la banda izquierda. En el resto del equipo no hay novedades y eso es lo que debe irritar a Pablo García, que vuelve a ver cómo Ramos y Guti le dejan en el banquillo. El uruguayo, que había llevado con elegancia su suplencia a principio de temporada, dijo ayer que si persiste su situación se irá. Pues adiós.

Frente a este Madrid en búsqueda de sí mismo se enfrenta el fantástico Osasuna, colíder de la Liga junto al flamígero Barcelona. Cómo ha llegado el equipo navarro a esas alturas es difícil de explicar, descartado el dinero (20 millones de euros de presupuesto) y descartada la suerte (jornada 16ª). Todas las miradas, incluidas las de sus jugadores, apuntan a su entrenador, Javier Aguirre, un tipo poco convencional, con ese punto de escepticismo y sarcasmo de los héroes de las novelas negras si estos hubieran sido mexicanos, lo que ya es mucho suponer.

Con un teoría de las rotaciones que cualquiera hubiera entendido como suicida, Aguirre ha conseguido elevar a un equipo que no tenía otra aspiración que el ascenso y que ahora sueña con Europa. Tal vez una de las claves de su éxito sea su relación con los jugadores, un vínculo que se ha creado desde el diálogo pero sin menoscabo de su autoridad.

Colíder.

El Osasuna de Javier Aguirre, que ya perdió en el Camp Nou, visita el Santiago Bernabéu sin excesiva responsabilidad, pero consciente de sus oportunidades y crecido por su nuevo status. Razones para el optimismo no le faltan. Ni futbolistas con los que atacar: Valdo, Moha, Milosevic y Webó son un magnífico ejemplo. En ese cuarteto hay velocidad, remate, juventud y oficio. Y un caso sin resolver, el de Valdo: no se comprende cómo este muchacho, después de un debut prometedor en el Madrid no tuvo más oportunidades. Es tras ellos, donde los nombres de los osasunistas empiezan a ser menos reconocibles o reconocibles de toda la vida, lo que tampoco parecería muy sugerente, aunque lo es, vean la tabla. Josetxo, Cuéllar, Flaño, Puñal... Raúl García, de este joven dicen que se parece Zidane. Hoy lo veremos, todavía nos acordamos de cómo era.