El equipo de Mourinho es así, parece que no está, se repliega cerca de su campo y cuando te paras un instante para atarte los cordones de la bota, levantas la cabeza y ya te han marcado dos goles.

El Chelsea es uno de los favoritos para ganar el torneo y lo demuestra en partidos como éste, cuando tiene delante a un buen conjunto y se decide a dar un golpe en la mesa y deja claro que juega un campeonato distinto al de la mayoría de los equipos, incluido el Betis. Mourinho mueve con maestría sus piezas, explota al máximo la que quizá sea la mejor plantilla y más compensada de Europa. Su filosofía está lejos de la de clubes como el Real Madrid o el Barcelona, pero tiene las ideas clarísimas y pocos conocen tan bien el camino del éxito como el técnico portugués.

Mourinho ha elaborado una mezcla de sudor, músculo y talento, que lo ponen sobre todo Lampard y Drogba, y ha formado un bloque tan sólido que no se exagera si se dice que es el conjunto más difícil de ganar de toda la Liga de Campeones.

Su fútbol no enamora, pero cuando recupera el balón te mata en tres toques. Essien y Makelele sostienen al equipo en el centro del campo y a partir de su apabullante superioridad física imponen su pegada en ataque. Y cuando tienen el marcador a favor no dudan en pasar por encima del rival y arrollarlo para dejar claro quién es el que manda.

Patadas a Drogba

Drogba, siempre Drogba, abrió el marcador y Carvalho aprovechó una cantada incomprensible de Doblas para poner antes del descanso una distancia en el marcador que se antojaba insuperable. Superados por juego y personalidad, algunos futbolistas del Betis intentaron frenar al Chelsea a patadas. Las que recibió Drogba de Varela y Rivas, un central que vivió su mejor época hace tiempo, impidieron que el costamarfileño saltara al campo en el segundo tiempo.

El sitio de Drogba lo ocupó Crespo, que cerró la goleada con un perfecto cabezazo después de una jugada en la que el Chelsea llevó el balón de su área a la del Betis en sólo tres toques. Antes Joe Cole había dejado constancia de su calidad al marcar el tercero. El Betis sólo se acercó una vez a la portería de Cudicini y fue para que Del Horno, que defiende igual de mal que cuando militaba en el Athletic, cometiera penalti a Joaquín. El árbitro no lo pitó y además mostró la amarilla al verdiblanco. Lo que no puede ser no puede ser y además es imposible, que dijo aquél.