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Antonio Rigo

"La Prensa predispuso a Madrid contra mí"

Antonio Rigo cuenta la polémica semifinal de la Copa 68 Atlético-Barça, así como un intento de soborno del Espanyol en 1962 y su final de carrera acusado de venderse.

<b>LA CRISIS DE 1976. </b>La revista Don Balón destapó la trama de la compra venta de árbitros en el fútbol. El entonces presidente del Tenerife  Julio Santaella &#39;Colo&#39; abrió el fuego. Le siguieron declaraciones cruzadas de los propios árbitros que concluyeron con las bajas forzosas de Camacho y Rigo, ordenadas por el presidente José Plaza.

Retomamos con Antonio Rigo los recuerdos del pasado. Y volvemos a aquella temporada 1968, cuando arbitró 13 partido de 30 al Barça...

Ya le dije que por sistema de designación era normal que yo pitara al Barça. Estaba el primero en su lista...

Sí. Pero era tremendo el poder del Barça que le colocó en los dos partidos de semifinal de Copa, contra el Atlético, con victoria final azulgrana y escándalos por todo lo alto. [1-0, en la ida y 3-1, la vuelta]

Mire lo que le digo: que me caiga una enfermedad y me quede aquí mismo si yo tuve predisposición contra el Atlético en aquellos partidos.

No se ponga así, señor Rigo... Es que no vio dos penaltis en el Calderón para el Atlético que sí pitó después en el Camp Nou para el Barça. Las crónicas le pusieron de barcelonista para arriba...

Sólo recuerdo una jugada en el Calderón en la que pité obstrucción, con libre indirecto, porque bloquearon a Gárate. Y esa misma jugada, la misma, pero con agarrón sobre Rifé se produjo en el partido de vuelta. El agarrón sí es penalti ¿O no?

Ya, ya. Pero fue en el minuto 96, para el 3-1 con el que pasaba el Barcelona.

De eso no recuerdo nada. Yo sé que la Prensa de Madrid calentó muchísimo el ambiente y cargó contra mí. Pero siento absoluta tranquilidad por aquellos arbitrajes. Lo cierto, eso sí, es que influyeron para encender el fuego de la final Madrid-Barça. La Prensa ya predispuso a la gente de Madrid. De no haber pitado aquellas semifinales, la final habría sido tranquila.

La 'final de las botellas', usted nos lo ha dicho, le hizo antimadridista. ¿Era también antiatlético?

No, no. El Atlético me recusó por aquella semifinal y estuve un año sin pitarle, pero a la siguiente temporada levantó la recusación. Y tengo muchas placas del Atlético y fui a arbitrar el Villa de Madrid alguna vez... No se lo tomaron tan a mal como el Madrid. Además, le diré que recibí por aquél partido unas doscientas cartas. Cien para ponerme bien y cien para ponerme mal. Ya ve.

La verdad es que usted estuvo siempre bajo sospecha.

Pues mire, le diré que solamente una vez intentaron comprarme. Fue en 1962, en un partido del grupo norte para ascender a Primera. Si ganaba el local, ascendía, si empataban o ganaba el visitante, pues ascendía éste. Estaba en el hotel y vino una persona que yo conocía del equipo local. Me llevó al bar a tomar algo y me dijo que si ganaba su equipo, tendría el lunes en Palma el piso que quisiera, el mejor coche y el dinero que pidiera. [Rigo se refiere a un Espanyol-Pontevedra del 62. Más tarde, en esta entrevista, lo desvelaría].

¿Qué hizo?

Le dije que si era broma. Me dijo que no. Entonces le indiqué la puerta de salida y que no me volviera a dirigir la palabra en mi vida. Ya en el estadio, se lo comuniqué al presidente de mi Colegio. Le expuse que yo no tenía ánimo de arbitrar, pero me aconsejó que tirase para adelante y arbitrara. Resulta que el Pontevedra ganó con un gol raro, en el que Riera despejó mal hacia atrás y el delantero recibió el balón para marcar. El línea me marcó fuera de juego, pero yo no lo consideré así... En fin.

Osea, que el intermediario no logró su objetivo.

Pues no sé, porque al final, llegó a entrar en mi caseta no sé cómo y me dijo: "Muy bien". Me quedé de piedra. ¿Sería que trabajaba para los dos y se quedó algo?

Han pasado cuarenta años, dígame si alguna vez tuvo la tentación...

Una vez acepté. Es una anécdota. El Mallorca jugaba un cuadrangular de verano aquí en Palma. El equipo estaba descendido y el presidente me dijo que para animar a la gente y no perder abonos convenía que el Mallorca jugara la final del torneo. Tenía que arbitrar el primer partido contra un equipo extranjero, no recuerdo cuál, y conseguirlo. Un día antes llamé a Bernardo, que era el capitán y defensa. Le dije que, a falta de un minuto, si el marcador iba igualado subiera a rematar un córner y se dejara caer. Yo pitaría penalti.

¿Y qué ocurrió?

Pues que al descanso perdía el Mallorca 0-4 y les dije en el campo que eso ya no tenía arreglo. Fíjese, el partido acabó 1 a 7 para los visitantes. Poco pude hacer, ja, ja, ja.

Hay un tema mucho más serio, que le costó a usted su carrera después de catorce años en el arbitraje. Le acusaron de dejarse sobornar en un Celta-Murcia de la temporada 73-74, con escandalosa victoria visitante por 0-2.

Bueno, yo le cuento mi versión. En la temporada 75-76 empecé a notar que no salía mi bola (era designación por sorteo) para apenas ningún partido. Pité cuatro en cuatro meses. Entonces le pregunté al presidente de mi colegio balear, Simó Fiol, si pasaba algo en Madrid contra mí. Me dijo que él haría unas llamadas. Así fue y me comunicó que llamara yo porque Escartín le había dicho que yo me había vendido en un partido. [Pedro Escartín era informador del Colegio Nacional que presidía José Plaza].

Grave acusación.

Imagínese. Cogí el teléfono, llamé a Escartín y le dije que me explicara en qué partido me había vendido. Entonces me gritó: "¡Yo no he dicho eso!" y me colgó el teléfono. Naturalmente no volvió a entrar mi bolita en el bombo en todo el año y me forzaron a renunciar a registrarme como árbitro en la siguiente temporada. Y yo me pregunto treinta años después: ¿Por qué no me concedieron el derecho a defenderme? Escartín y Plaza no se atrevieron a exponerme las pruebas de lo que me acusaban. La verdad es que me dieron un golpe seco a distancia, desde Madrid, con el que consiguieron que aborreciera el fútbol y el arbitraje.

En aquellos meses de 1976 la revista Don Balón destapó un auténtico escándalo de compra-venta de árbitros que acabó con su carrera, y también con la de Camacho y López Samper, que eran muy reconocidos.

Bueno, aquello fue tremendo. Había un periodista que agitaba todo y mandaba mucho. Un tipo bajito que todos conocen. Una vez en un viaje me lo encontré y le dije que yo a los hijos de tal no los saludaba. Resulta que al volver de ese viaje, fui al Colegio Nacional y me tiraron de las orejas por insultar a ese periodista.

Un feo final de carrera, desde luego.

Desde entonces y hasta la fecha he desaparecido para todo el mundo del arbitraje. Fíjese que aquí en Palma dieron los premios a los mallorquines más importantes del siglo XX en el fútbol y se lo entregaron a Nadal y Serra Ferrer. El correspondiente al árbitro se quedó vacío, después de que Borrás del Barrio me había dicho que me apoyaría. Creo que después de tantos años en el arbitraje y de haber estado en un Campeonato del Mundo, yo no merecía este final de carrera. No tengo siquiera un carné que me acredite como lo que fui.

Y eso que me ha enseñado cinco silbatos de oro.

Aquí los tiene [los muestra y los maneja como si fueran joyas únicas]. Uno de ellos, el más grande, me lo dio en mano el propio Escartín, el que luego dijo lo que dijo de mí. Le contaré una curiosidad: arbitré un Madrid-Barça con este silbato de oro que me obsequió una peña de Palma. ¡Pero tuve que cambiar el garbanzo porque era de oro y no silbaba! Ja, ja, ja.

Es cierto que a usted 'se lo tragó la tierra' después de tantas polémicas.

Mire, incluso una vez que iba a acudir a la famosa moviola, un día antes del viaje a Madrid me llamaron para decirme que no, que no fuera. Resulta que aquél día había una jugada dudosa en un Real Madrid- Barcelona y pensaban que yo me iba a significar mucho a favor del Barça en televisión porque para mí el gol que le anularon al Barça era legal. Y eso podía ser muy delicado para el estamento arbitral.

¿Jamás volvió a trabajar para el estamento arbitral?

Pues no y no por mi gusto. Una vez me encontré con Borrás por la calle y me dijo que fuera a hacer unos informes de partidos para que me dieran un carné de informador. Me mandó a la quinta puñeta a ver a unos juveniles donde no había casi ni jugadores. Le escribí renunciando y aún estoy esperando la respuesta. Yo no existo para esta gente.

¿Qué le parece la actual estructura arbitral que preside Sánchez Arminio, precisamente uno de los árbitros que en aquellas crisis del 76 estuvo muy al lado de José Plaza?

Por favor, a Sánchez Arminio ni me lo nombre. Fíjese que siendo él internacional y yo en vías de serlo, me designaron para acompañarle como juez de línea en un partido europeo. Cuando se enteró que era yo, llamó rápidamente para vetarme. Dijo que no me quería ni ver. Ahora soy yo el que no le quiero ni ver.

Lo cierto es que el actual estamento arbitral atraviesa una profunda crisis de credibilidad. Ya sabe, la afinidad del Barcelona y Villar en la federación salpica a los árbitros...

Yo no sé si están aliados o no con algún club. No estoy en esto ahora. Pero sí le digo que tanto el presidente de la Federación, señor Villar, como el presidente de los árbitros, el señor Arminio, están ahí para beberse todo el gazpacho posible y cuanto más, mejor. En esos puestos están para eso.

Pero los árbitros van de escándalo en escándalo...

Igual que sucedía antes, hay treinta árbitros de los que apenas unos pocos tienen categoría para arbitrar en Primera. Es como un pelotón de ciclismo: salen cien y ganan siempre cuatro. Yo no pienso que haya una idea general para pitar a favor de uno o en contra. Creo que, sinceramente, son buenos o malos.