Que n’aprenguin!

Que n’aprenguin!

La modernidad con la que pretendió inundar las oficinas del Camp Nou Joan Laporta cuando ganó las elecciones ha desaparecido. Si es que alguna vez existió. El presente del Barcelona cada vez se parece más a su pasado y su gestión y declaraciones recuerdan a las de sus antecesores. Vive obsesionado con el Real Madrid y con lo que se publica en Madrid; ve persecuciones a Messi donde quizá sólo haya un fraude de ley cometido por su club al inscribir al jugador en la Liga bajo el amparo de la Federación Española de Fútbol (RFEF), su gran aliada; y, como hicieron otros que antes ocuparon su sillón, ya hasta se permite dar consejos tácticos a Frank Rijkaard.

Aquel famoso Que n’aprenguin! (¡Qué aprendan!), que pronunció Laporta después de fichar a Edgar Davids, presumiendo de su habilidad para cerrar en sólo unas horas la contratación del centrocampista holandés, retrata mejor que ninguna otra al personaje. No se escuchó esa frase cuando presentó al delantero Maxi López, ni cuando pretendió contratar al brasileño Júlio Baptista, aunque quizá sí la pronunciara al traicionar al resto de clubes que forman la Liga de Fútbol Profesional en las últimas elecciones de la RFEF. Laporta se vendió al poder establecido y dio su voto a Ángel Villar para evitar que cerraran el Camp Nou por practicar el lanzamiento de cochinillo a Figo y prefirió perder dinero y ceder a Saviola al Sevilla a cambio de que la entidad que preside José María del Nido no interfiriera en el levantamiento de esa sanción.

Aunque puestos a quedar en evidencia nada mejor que el fracaso en la negociación para conseguir que alguna empresa china se decidiera a poner su nombre en la inmaculada, por muchos años parece, camiseta azulgrana. Laporta presumió de ofertas multimillonarias que situarían al Barcelona como el club mejor pagado del mundo en este apartado. Ahora quizá cambie el discurso y presuma de que el Barcelona no tiene necesidad de plegarse a las leyes del mercado y a las exigencias de las multinacionales porque sus recursos económicos son tan abundantes que puede permitirse el lujo de no llevar publicidad en su camiseta. Y ahora quiere renegociar el contrato con Nike poniendo como referencia lo que percibe de Adidas el Real Madrid, su gran obsesión y culpable de muchos de sus complejos. Que n’aprenguin!