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Primera | Málaga 0 - Atlético de Madrid 2

El Atleti luce su tridente

Torres marcó un penalti inexistente. El Málaga, fatal.

<b>VOLVIÓ LA VICTORIA. </b>Los jugadores del Atlético celebraron a lo grande el gol de Torres, que encarriló el triunfo tras dos derrotas seguidas.

No fue penalti, pero ganó el que se lo mereció. El Atlético despertó en el descanso de la pesadilla que comenzó en la última media hora de Anoeta, siguió contra el Getafe y se prolongó durante 45 minutos en La Rosaleda. De repente, se volvió a ver al prometedor equipo que tumbó al Barcelona y el Málaga quedó totalmente desarbolado, sin encontrar una manera de parar al tridente rojiblanco, con Petrov, Torres y Kezman mostrando su mejor versión. Esa fue la verdadera razón por la que ganó el Atlético.

Sí, me dirán los aficionados malaguistas, pero el desastroso Turienzo se inventó un penalti en lo que fue un simple choque entre Navas y Torres. Señores, tienen más razón que un santo. Pero se veía venir, porque el hombrecillo llevaba toda la noche sin dar una, incluida una despiadada persecución a Torres por parte de medio Málaga que le ahogó, le pateó y le pisó para ver como la jugada acababa con tarjeta a Petrov por protestar. Son así de malos.

El primer gol.

Bueno, pues el propio Torres transformó el penalti después de tres minutos de negociaciones con Kezman, que agarró el balón y no lo soltaba. Eso es un goleador. Tras marcar, el Niño se tapó los oídos, sacó la lengua y la grada se le echó encima. Otra más. Me parece que empieza a darle igual y hace bien.

Hablando del Niño, la primera parte fue un reflejo preocupante de los tres últimos años: Torres contra el mundo y los demás ausentes. Pero, poco a poco, se enchufó Petrov y con él todo parece un mundo de luz y de color. Comenzó convirtiendo cada acción a balón parado en un drama para Arnau y se fue creciendo. En la segunda parte, ya por la derecha, se desató. Al repertorio habitual de pases, velocidad y desborde unió un amplio muestrario de remates a puerta. El Málaga acabó desquiciado.

Mientras Torres y Petrov brillaban, Kezman deambulaba por allí como si con él no fuera la cosa. Tocó dos balones. El primero lo desvió Arnau a córner con muchos apuros y en el segundo se inventó un gol. Cuando parecía que la jugada estaba muerta, sacó un disparo lejano que sorprendió al portero. Y a dormir tan tranquilo con la misión cumplida.

Salva podía haber tomado nota. Sin el absurdamente castigado Duda, el Málaga se confió a que su supuesto ariete estrella enganchara alguna. La fe es gratis. Salva, que con una educación tan refinada amenaza a los medios y pide que ni le nombren, lo puso fácil: no hizo nada. Mal asunto para el pobre Tapia si su club persiste en no dejarle utilizar a su mejor hombre. Lo demás, salvo destellos de Nacho, parece insuficiente. Bianchi, a cambio, acertó con su apuesta por Zahínos y su Atlético tiene una delantera de lujo. Le falta continuidad y llega el derby. Gran día para descubrir hacia dónde va.