"¡Me dejé la Copa de Europa olvidada en Fiumicino!"

Michael Robinson

"¡Me dejé la Copa de Europa olvidada en Fiumicino!"

"¡Me dejé la Copa de Europa olvidada en Fiumicino!"

alejandro gonzález

Michael Robinson se proclamó campeón de Europa en Roma, en aquella final que el Liverpool decidió en los penaltis frente al equipo local. Nunca ante un equipo había jugado ese partido en su terreno de juego; nunca antes nadie había ganado el título a domicilio.

Ese partido, el de la final de Roma, debe ser un incunable en la vida de ustedes.

Desde la semifinal, le diría yo. La jugamos en Bucarest, donde eliminamos al Dinamo, y nos enteramos de que la Roma era el otro finalista, de vuelta a casa. Entonces no se jugaba a la misma hora y en cuanto nos enteramos, el equipo empezó a dar saltos de alegría y gritar ¡Roma, Roma! en el avión. Yo no entendía nada y le pregunté a Souness si de verdad era tan bueno eso de jugar la final en campo contrario. Él me miró de arriba abajo y me dijo: "Va a ser histórico, nadie ha jugado una final en campo del rival y ese nadie vamos a ser nosotros. Y ganaremos".

Y ganaron.

Otro momento estelar corrió a cargo de Joe Fagan, el entrenador, que era incapaz de recordar los nombres del adversario. La charla antes del partido fue enorme. Nos reunió a todos y dijo: "Tengo aquí un informe sobre la Roma: van a jugar once seguro, no nos van a dar ventajas". Y empezó con el equipo: "En la portería estará Tan Tan Tan". Le fue imposible decir Tancredi, el meta romano. Con el 2 jugará Como le resultaba imposible, se encogió de hombros y nos dijo: "Hijos míos, esto no es importante. Sí lo es que juguemos bien; si lo hacemos y sabemos estar, ganaremos. No os preocupéis de nada más. Os quiero porque sois unos grandes scousers. ¡A jugar!".

El partido y la prórroga acabaron 0-0 y se llegó a los penaltis. ¡Qué momento, eh!

Nos fuimos a refugiar en el banquillo, todos absolutamente asustados. El que menos pensaba en ese adosado en Mongolia que debería comprarse si fallaba, ¡ja, ja! Fagan nos esperaba en la banda y nos gritó: "¡Os habéis portado como cristianos en el circo, estoy orgulloso de vosotros!". Souness le contestó: "Vale, muy bien, ¿pero quién va a tirar los penaltis?" Joe se dio la vuelta mientras contestaba: "A mí no me miren, yo no voy a tirar ninguno". Siguió caminando mientras encendía un cigarrillo y se sentaba en el banquillo. Souness se dirigió entonces a Phil Neal: "Tu vas a tirar uno, ¿no?". Phil le contestó: "Sí". Y Souness añadió: "Y yo otro".

Faltaban tres.

Entonces apareció Allan Kennedy: "¡Yo tiro otro!" Souness casi enloqueció: "¿Tú, un penalti? ¡Por favor, que esto va en serio!, déjalo, déjalo". De Kennedy no se iba nadie en carrera, pero difícilmente acertaba a pasarte la pelota a veinte metros. No hablaba nadie hasta que de repente Steve Nichol dijo: "Yo tiro si es el primero, que así no me dará tiempo a acojonarme más". Yo pensaba todo el rato en mis padres, que estarían asustadísimos rogando que no fuera su hijo el que la pifiara.

Faltaban dos.

Y Kennedy, de vuelta: "¡Dejádme a mí, dejádme a mí!" Lo cual excitó a Ian Rush: "Supongo que siendo yo el Bota de Oro y habiendo marcado 49 goles, tengo que tirar uno, aunque estoy seguro de que voy a fallar".

Ya sólo faltaba uno...

¡¡¡Y Kennedy insistió por tercera vez!!! Yo ya no pude más y me ofrecí, pero ese inconsciente de Kennedy acabó ganando la partida, de manera que a mí me dejaron para el sexto penalti, porque Souness dijo que si había muerte súbita necesitaríamos uno fiable, ¡ja, ja! Y volviéndose a Kennedy le dijo: "Vale, tirarás el quinto penalti; espero que no sea necesario".

Y empezó la serie.

Y el primero que falló fue Nichol. Allan Hansen estaba a mi lado, me miró y me dijo: "Cat (sí, me llamaban gato), no es del todo malo esto: tendremos un compañero con quien volver a casa". La tanda fue avanzando hasta que falló Bruno Conti y la cosa se puso 3-3. Entonces, absolutamente todos estábamos desbordados, tiró Rush y marcó y fue Graziani y falló. ¡Quedaba por tirar Kennedy! Si marcaba, éramos campeones.

¿Y?

Él se puso a caminar hacia la portería mientras la mitad del equipo se daba la vuelta y otros como Hansen y yo nos echábamos al suelo, presos de un miedo atroz. De pronto, el insensato se giró y nos hizo el gesto del OK con el pulgar. Tancredi era un parapenaltis que tenía mucha documentación sobre cómo los tiraban sus adversarios, ¡pero no tenía ni idea sobre cómo lanzaba Kennedy! Fue a por la pelota y se perfiló entre la desesperación de todo el Liverpool. "¡Mira, es zurdo, lo está telegrafiando!", se oía por ahí. "¡Va a arruinarnos la vida, no saldremos de ésta!", gritaban por allá. El caso es que fue Kennedy y le pegó, y Tancredi se fue a la izquierda y la pelota, a la derecha. ¡Éramos campeones de Europa! Pero faltaba lo más fuerte

Llegar hasta Kennedy.

En efecto. Estaba allí, en el suelo, riéndose de un modo imparable y gritando: "¡Con el tobillo, le di con el tobillo!". Por eso engañó al portero, claro. ¡Ah, Allan Kennedy! El único futbolista del mundo que decidió dos Copas de Europa dándole mal a la pelota. Porque el gol al Madrid en París, en el 81, aquel tiro que batió a Agustín, pretendió ser un centro y acabó en gol. Esa pierna es para amputársela y ponerla en un museo. Pero faltaba otro gran episodio.

¿Más?

¡Yo me dejé la Copa de Europa olvidada en el free shop del aeropuerto de Fiumicino, de vuelta a casa!

¿Y eso?

La tradición era que cada jugador y su mujer tenían un rato la Copa en custodia, una vez salíamos del hotel y hasta llegar a Anfield. Yo llegué con ella al aeropuerto y junto con Chris, mi mujer, nos fuimos a comprar unos cigarrillos para mi madre en la tienda libre de impuestos. Ella se quedó junto a la cajera con la Copa y yo me fui tienda adentro. En estas que sonó aquello de ¡última llamada para el vuelo a Liverpool! Salí corriendo y ni mi mujer ni la Copa estaban donde las dejé y supuse que habían entrado juntas en el avión. Llegué a mi asiento y Sounnes me preguntó: "¿Y la Copa, Cat?" Chris me miró poniendo cara de susto y yo di la vuelta y salí del avión como una estampida: la tenía la cajera en sus pies; la había escondido cuando mi mujer se fue para embarcar, pensando que yo la recogería. ¿Se imagina que llegamos a Anfield sin el trofeo? ¡Nos matan a todos!

¿Y esta noche? ¿Volverá el Liverpool con la quinta Copa de Europa?

Lo primero que me gustaría decir al respecto es que le debemos un recuerdo al gran fútbol del PSV Eindhoven y a ese gran entrenador Guus Hiddink, que tanto admiro. Si ellos hubieran eliminado al Milán, como merecieron largamente, habríamos caído en la tentación de vernos campeones, lo cual hubiera resultado fatal. Ahora confío en la estrategia y en el valor de unos hombres que han sido capaces de plantar cara a la Juventus durante 180 minutos y al Chelsea durante otros tantos. Estoy seguro de que Rafa Benítez sabrá plantear el partido y hacer frente a este reto que, desde luego, no le llega al Liverpool con los mejores jugadores de su historia. Se trata de jugarle 90 minutos al Milán con los cinco sentidos puestos en el campo. Así, todo será posible.

¿Muchas de sus opciones pasan porque a Xabi Alonso se le encienda la bombilla?

Deberíamos volver a los tiempos de Souness para encontrar un centrocampista con tanta capacidad de juego y liderazgo como Xabi; hace décadas que no teníamos un futbolista como él en el centro del campo. Sin duda que si él juega bien, el Liverpool jugará bien y el Milán tendrá dificultades. Pero, lo más importante es seguir siendo un equipo, el Liverpool de siempre.

¿Si gana el Liverpool, no se le ocurrirá subirse al avión de vuelta con ellos?

¡Trataré de despedir la transmisión en Canal + con tiempo suficiente para intentarlo! No me lo perdería por nada del mundo.

Gracias, Robin. Y muchísima suerte?

¿Usted también es del Liverpool?

No, pero tras esta larga charla, ¿cómo podría no desearles suerte a ustedes?

Gracias en nombre de todos los scousers.