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You never walked alone

Más de 20 años después, suena otra vez el grito: El Liverpool, campeón de Europa. Un título que devuelve los honores a un grande de todos los tiempos, a una forma de entender este maravilloso deporte. La Copa de Europa de Estambul, la quinta de su historia, pone fin, además, a una travesía demasiado humillante, a 20 años de infamia sobrevenida por los bárbaros que provocaron la tragedia de Heysel, aquel 29 de mayo de 1985.

Así, al fin, cuando hasta los más jóvenes se impresionan ante un estadio entero cantando el "You’ll never walk alone", es también el momento de proclamar que you never walked alone, que la vieja camiseta ya deshilachada con el lema "This is Anfield" sigue en el armario como una reliquia.

Recordar, por ejemplo, aquella primera vez que muchos nos encontramos con aquel equipo rojo, allá en 1981 en el Parque de los Príncipes de París con el gol de Alan Kennedy que dejó sin la esperada séptima al Madrid de los Garcías. Recordar, también, cómo nuestros mayores nos introdujeron en la mitología de aquel equipo al que admiraba toda Europa.

Impresionados, sin apenas televisión ni medios, buscamos revistas extrañas e informaciones diversas que nos acercaran a la leyenda de aquel club inglés. Y nos encontramos con el santuario del boot room, con sus cervezas, su te y sus conversaciones de fútbol simple y al pie. Y nos aprendimos los nombres de Bill Shankly, de Bob Paisley, de Joe Fagan, de Ronnie Moran, de Roy Evans, de los forjadores del mito…

Nada era comparable a aquello, ni siquiera el Real Madrid. Apenas tres años después, el equipo rojo saltó la banca en Roma, donde consiguió su cuarta Copa de Europa frente a los locales del gran Bruno Conti. Allí estaban los Grobbelaar, Souness, Dalglish, Rush… y Robinson, el mismo Robin que a principios de los noventa en un pequeño bar de la calle Alcalá, y entre medicina y medicina, nos llenaba la cabeza con aquellas mágicas historias de Anfield y su Liverpool.

Atenazada la ciudad por la miseria a la que le condujo el thatcherismo e impotente el club tras las negras tardes de Heysel y Hillgsborough y el destierro europeo, el Liverpool quedó para todos como aquél que tendría que volver algún día a lo más alto. Para gritarle antes de la gran final de Estambul que nunca caminará solo. Para asegurarle que, pese a todo, nunca caminó solo.