A la fuerza termina por ahorcar
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Ronaldo no necesita consultar con brujas, ni que le echen las cartas, ni recurrir a amuletos. Está tan seguro de que el gol regresa siempre a sus botas que vacila a los periodistas cuando le insisten en soluciones para dar la vuelta a una mala racha. Con la misma sonrisa de conejo que tanto gusta exhibir cuando anota, contesta que ya llegará el gol. Y la verdad es que siempre llega. Únicamente tuerce el gesto si se le buscan las vueltas para asociar esa mala racha con un exceso de peso o con una vida un tanto bohemia. Y lo tuerce, no porque se ponga en entredicho su profesionalidad, que también, sino porque está convencido que nada tiene que ver que la pelotita no entre con su manera de vivir y disfrutar fuera del campo.
Tan anecdótico como las semanas que estuvo sin mojar, son los goles que marca de cabeza. Es la antítesis del cabeceador. Cierra los ojos, golpea con miedo, compone una figura desaliñada cuando va a rematar con la testa y, en la mayoría de los casos, los marca empujando más que golpeando. No ha sido ni será lo suyo pero, a la fuerza ahorcan. Desde que Beckham regresó a la banda, son muchas las oportunidades que se le presentan. Alguna entrará. Distinto es lo del último gol ante el Villarreal. Ahí la caza por puro instinto goleador. Que nadie se vuelva loco porque la cabeza la seguirá empleando para otros menesteres.




