Clasificación Mundial 2006 | Crónica de viaje

Luis ejerce también de psicólogo en la Selección

Parece con las pilas cargadas.

Luis Aragonés
J.J.Santos
Actualizado a

Hacía tiempo que no veía al seleccionador cara a cara. Desde la zapatiesta que se montó con motivo del amistoso frente a Inglaterra. En aquella ocasión, y en semanas posteriores, Luis estaba tocado. No le entraba en la cabeza que algo ajeno a su trabajo fuera a truncar un sueño tanto tiempo esperado. Estaba tocado porque pensaba, y a día de hoy lo sigue pensando, que se había salido de madre su comentario, que fue muy desafortunado, pero no racista. Aragonés es de los que se rebelan cuando atisba una injusticia y consideraba que algunos le estaban esperando y aprovecharon ese desliz con Reyes para ir a por él. En muchos de los casos, Luis vio fantasmas donde no los había. Ha pasado el tiempo y la herida parece que ha cerrado, aunque el CSD no opine de igual forma. Y el Luis que encontré ayer es el mismo que exhibía sonrisa de niño con zapatos nuevos y, si me apuran, la candidez y el entusiasmo del novato que pasa su primer examen cuando le nombraron. Buena señal. Porque, no nos engañamos, Luis aceptó este trabajo tras pasarse años comiéndose las uñas delante del televisor y viendo que nuestra Selección rendía muy por debajo de lo que representa nuestro fútbol.

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Insisto, Luis está con las pilas puestas. Eso debería servir para que los que rodean al equipo nacional se tentasen la ropa. Lo digo porque, si queda alguna duda, Aragonés siempre estuvo más cerca de los vestuarios que de los despachos. La única excepción pudo ser cuando tenía como presidente a Vicente Calderón. De aquello hace más de 20 años y Luis siempre le consideró casi un padre. Me da el tufillo de que en la Federación han cambiado pocas cosas, pese a la promesa de regeneración lanzada por Villar tras noquear a González. Dudo que se hayan abierto las ventanas necesarias para que pase el aire. Me guío por el instinto y por lo que vi en el viaje a Belgrado. Las mismas caras, los mismos hábitos, los amigos de siempre y la sensación de compadreo que conocemos desde hace años. Y ese traje no va con Luis, intuyo.

En lo que sí vi pletórico al seleccionador es en los guiños cómplices con los jugadores. Raúl se ha convertido en el nexo de unión con el resto del grupo y eso puede funcionar, más incluso fuera del terreno de juego que dentro. Se trata de refrendar el respeto que ya le tenían los más veteranos, porque con los recién llegados resulta siempre más fácil. Luis, como ya hizo en todos los equipos que estuvo, se gana esa consideración demostrando que él siempre da la cara por el jugador, aunque se la partan, y que pasa de presiones que pueden llegar de otros grupos que forman el entorno de la selección, incluida la propia prensa.

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