Fue un error histórico
Costará creerlo para todos aquellos cuyo principal artículo de fe en este mundo es que el Real Madrid es el club más favorecido por los arbitros en la historia del fútbol. Pero la verdad es que nunca el Madrid, ni quizá ningún otro equipo de primer nivel, ha recibido ayuda de un colegiado de manera más desfachatada que el Manchester United en un partido de Liga que disputó en casa el martes contra el Tottenham Hotspurs.
La imagen televisiva de lo que pasó se repetirá durante años en todo el mundo. Iban 0-0 en el minuto 89 cuando un balón inocuo se le resbaló de las manos al portero del Manchester y cruzo la línea de gol. Por un metro. Todo Old Trafford lo vio, los comentaristas de radio y televisión gritaron "¡Gol!" pero ni el árbitro ni el juez de línea se enteraron. El partido acabó en empate y el Manchester sumó el punto más inmerecido de su vida.
Veremos la imágen de lo que pasó una y otra vez no sólo por lo absurdo del episodio, sino porque marcará un hito. Pasará a la historia como el momento en el que todos se convencieron de que por fin el deporte debería de entrar en el Siglo XXI; de que la tecnología debería empezar a ser utilizada para imponer límites a la infinita capacidad de error humano de los árbitros. Ya pronto tendremos mecanismos que nos dirán si el balón ha cruzado la línea o no, e incluso otros que decidirán cuándo hay que pitar los fueras de juego y cuándo no. Lo cual será bueno y malo. Ganaremos en eficiencia arbitral, por supuesto, pero perderemos algo también. Perderemos temás de conversación. La capacidad del fútbol de generar uno de los elementos principales que definen la experiencia del aficionado -la indignación- se verá tristemente reducida.