Hubo poca gente en el estadio, pero la que hubo enseñó pronto las uñas. El tempranero gol en contra les cayó muy mal, porque venía a ratificar esa pésima tendencia del Zaragoza a concederles un tanto a sus rivales. Lo ha hecho tantas veces esta temporada... Había rabia porque ese tanto de Yezerskyy sacaba prácticamente al Zaragoza de Europa. Quedaban 89 minutos, s pero 89 minutos en un infierno de frío, agua y barro. Recordamos un gol de Maradona. Un gol que el relator resumió así: "Campo embarrado, pelota pesada, jugadores cansados. Toca Maradonaaaaaa... gol". Bueno, Savio hizo lo mismo. En el minuto 9, tan cerca aún del comienzo, el Zaragoza tuvo una falta al borde del área, desprendida al lado derecho. Savio fue ahí, al lado de los zurdos. Tocó con pérfida suavidad. La pelota subió apenas para salvar la barrera y luego bajo picando cortito. Kernozenko, el portero ucranio, se quedó de una pieza. Sabía lo mismo que Savio y ahora lo estaba viendo. El balón liberó agua contra el poste y entró. Ese 1-1 era agua bendita.

Subida en la confianza de haber cerrado una herida terrible, el Zaragoza se puso al trabajo. El partido perdió la táctica y la coherencia. Fue, en ese sentido, una mentira a la que dio oficialidad la incomprensible decisión de jugar sobre un espejo. Los ucranios salían con velocidad, pegaban y salían. El Zaragoza se esmeraba en no esmerarse, en no jugarla cortita. Todo ocurría así, como se cuenta, de forma sincopada y sin ligazón. Y de forma inexplicable se acabó. No se puede contar la volea de Generelo a la escuadra derecha del Dnipro. Esa volea extraordinaria es, como frente al Sigma, una mano que sujeta al Zaragoza en Europa.

El detalle: un empate en brujas le vale

El Zaragoza necesita un empate con el Brujas para asegurar su pase a los dieciseisavos. Incluso una derrota le podría valer si el Austria de Viena no consigue ganar al Utrecht, ya eliminado, en campo holandés.