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El mejor Barcelona de las últimas temporadas, el que ha igualado el mejor inicio de la Liga en la historia del club, el que maravilla con su juego y practica, probablemente, el mejor fútbol de Europa sólo aventaja en cuatro puntos al Real Madrid más caótico de los últimos años, que ha sabido sobreponerse a la fuga de un entrenador y a la baja forma de algunas de sus estrellas, que después de 11 jornadas se han dado cuenta de que ha empezado la Liga. Y si el Madrid vence el sábado en el Camp Nou dejará reducida a un punto la insalvable desventaja de la que se hablaba no hace mucho. Y la posibilidad de ser líderes en Navidad ya provoca las primeras sonrisas en Chamartín y los primeros temblores en Las Corts.

La euforia suele conducir al fracaso, y de todo ello saben mucho en el Camp Nou, pero al fracaso también se puede llegar desde la soberbia, algo que sobra en el Bernabéu. Quizá por ello, los más prudentes hasta ahora han sido los jugadores de ambos equipos, que han sabido mantener la calma en los picos exagerados de euforia y decepción que han vivido las dos entidades.

Ahora, muchos que ya estaban buscando sitio en la Plaza de Sant Jaume para celebrar el primer título serio del Barcelona en los últimos seis años se enfrentan a la posibilidad de tener la tarde libre el día que termine la Liga y ya no descartan la opción de ir al cine y apagar el móvil. Y los que esperaban con ansiedad el final de la Liga para empezar a cortar cabezas han dejado de afilar la guadaña. Ahora resulta que esos futbolistas que no merecían vestir de blanco no eran tan malos y merecen su confianza.

No se debe olvidar que el pasado mes de febrero el Real Madrid, que tuvo un comienzo de temporada magnífico, aventajaba en ocho puntos al segundo clasificado. Y no hay que recordar cómo terminó la temporada el Madrid, hecho una calamidad. En un campeonato tan largo y tan duro como el español no hay que dar nada por supuesto hasta que se conoce al campeón. Hasta entonces, todo es mentira.