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Liga de Campeones | Bayer 3 - Real Madrid 0

Una derrota que ruboriza

Desastre del Madrid. Ni ideas ni orden ni ilusión França y Berbatov enloquecieron a Samuel y Pavón. Se repiten todos los errores del pasado

Actualizado a
<b>ZIZOU Y RONIE NO ESPERARON</b>. Tras ser cambiados, Ronaldo y Zidane no esperaron a sus compañeros en el vestuario y se fueron directos al autobús del equipo.
jesús aguilera y carlos martínez

El Real Madrid perdió ayer algo más que un partido, se dejó un enorme pedazo de crédito, de galaxia, de fama, incluso de prestigio. La derrota ante el Bayer Leverkusen, abrumadoramente superior, puso en evidencia a un equipo que viene agonizando desde el pasado mes de marzo sin que nadie lo remedie, sin que desde el propio el club se advierta el peligro, satisfechos con los controles maravillosos de Zidane y la docena de arrancadas de Ronaldo que sirven para ganar treinta partidos que no importan nada.

Más allá de los errores que se cometieron ayer, la derrota del Madrid es consecuencia de un error de cálculo a la hora de afrontar la presente temporada, pues nadie puso sobre la mesa la necesidad de una renovación urgente, imprescindible tanto para rejuvenecer la plantilla, como para aportar ilusión a un equipo autocomplaciente y encantado de haberse conocido, quizá por los títulos ya obtenidos, esto no lo niego. Y esa responsabilidad la comparte el presidente con el entrenador.

Florentino es culpable por no gestionar con eficacia el caso Etoo (que ha lanzado al Barça), por no moverse con suficiente rapidez en el mercado, por ser excesivamente generoso en las renovaciones y por no rodearse de consejeros competentes. La culpa de Camacho es no haber detectado alguno de estos problemas y haber propuesto soluciones razonables. Entre otras cosas, paralizó la venta de Morientes y Roberto Carlos, este último un traspaso que hubiera liberado una plaza de extracomunitario, además de rechazar la contratación de Xabi Alonso, un centrocampista para un equipo que no los tiene. En lugar de eso, sugirió el fichaje de Woodgate y se quedó con Celades.

Todo eso se manifestó ayer con cierta crudeza, pero ya se estaban dando pistas en los partidos contra el Mallorca y el Numancia, en los que se hizo lo mínimo imprescindible para ganar, como tantas veces, sin la brillantez que se le debe exigir a un equipo como el Real Madrid. Pero qué esperábamos, ¿acaso podría cambiar algo Camacho sin cambiar nada? No. No es suficiente el discurso, ni es bastante apelar a la hombría. Camacho se equivocó al aceptar la herencia como le venía y dejó pasar la oportunidad de compensar a un grupo al que le sobra tanto talento como le falta orden e ilusión.

Las arengas duran poco, lo que truenan los oídos, y seguramente por eso el Madrid saltó ayer al campo concentrado en la presión, hasta que perdió el hilo, porque sus instintos son otros. A los cuatro minutos, Berbatov remató al palo. En los diez siguientes la portería de Casillas fue un pim-pam-pum, atacando los alemanes por oleadas, completamente superado el centro del campo madridista, especialmente horroroso Iván Helguera. La única respuesta fue un chut al larguero de Ronaldo.

Como siempre ocurre cuando el Madrid es arrollado, el desequilibrio táctico del equipo se hacía clamoroso, ese pasillo que se abre por la izquierda y que si no ocupa Roberto Carlos se llena de enemigos. Ese equilibrio delbosquiano no puede ser una costumbre, es un suicidio, como lo es jugar con cuatro delanteros puros.

La situación por la retaguardia no era mucho mejor, no crean. De Samuel sigue sin verse nada imperial, nada de 25 millones de euros, nada que lo diferencie de cualquier central aguerrido, ni hablamos de sacar el balón. Y el poco cuajo de Pavón es evidente ante delanteros asesinos.

El primer tanto del Bayer lo consiguió un polaco que por su aspecto era el más alemán de los alemanes, Krzynowek. Beckham despejó un córner como una novicia y el gigante respondió con un disparo salvaje que dio en el palo y que se coló al rebotar en la espalda de Iker Casillas. Al cañonazo le siguieron varias ocasiones. Y luego, el rubor más absoluto.

Tras el descanso, Camacho sustituyó a Zidane (lesionado) por Morientes, lo que fomentaba el desbarajuste. Raúl, inédito, seguía en el campo porque resulta más fácil hacer aspavientos en el banquillo que iniciar las revoluciones. França consiguió el segundo aprovechando la pasividad defensiva y Berbatov logró el que humilla gracias a un error sonrojante de Samuel, que no supo sacarse de encima un balón y lo dejó en los pies del búlgaro. Hay determinados errores que un gángster que se precie no puede cometer si no quiere ser alimento para las carpas.

Por si el panorama no fuera suficientemente terrorífico, Camacho, en plena tormenta, sacó a Solari y Celades en lugar de Figo y Ronaldo, Owen impertérrito. Han bastado tres partidos para que el vestuario se convierta en un polvorín.

En los último minutos, el público del Bayer Leverkusen mostró pañuelos blancos. Allí no saben que los toros se echan al corral con los pañuelos verdes.