Mendonça, el Mundialito y la inmigración

Internacional | II Mundialito de la inmigración

Mendonça, el Mundialito y la inmigración

Allá por los años sesenta del pasado siglo, cuando era un adolescente con una afición al fútbol endiablada, recuerdo que cada verano alguno de los equipos españoles con más renombre emprendía una larga gira por países de Suramérica. Clubes y futbolistas de entonces necesitaban hacer las Américas, pues estos conseguían así unos ingresos extra de los que estaban necesitados y aquellos lograban equilibrar una cuenta de resultados con déficit crónico. Siguiendo el rastro de estas giras, a través de noticias breves de agencia que los periódicos se limitaban a insertar con el resultado desnudo, supe de la organización en Venezuela de un trofeo con el nombre de Mundialito que, además, se jugaba en un estadio mencionado en los papeles como el pequeño Maracaná, y donde jugaban equipos con nombres para mi tan exóticos y lejanos como Peñarol, Millonarios o Colo-Colo.

De esa época guardo también en mi memoria la impronta nítida de un jugador de lujo: Jorge Mendonça, cuyo apellido muy pronto se convirtió a un castellano rotundo y con zeta. Era, en efecto, un futbolista de tantos detalles de talento que, evocados ahora, se hace evidente que iba por delante de su tiempo: desde su condición de gran organizador y falso delantero centro, hasta un porte tan elegante como lo era su trote al correr con la pelota pegada a los pies, la mirada bien alta y su inconfundible rodillera. Mendonça fue uno de esos héroes en zapatillas de la España que por aquel entonces comenzaba a dejar las alpargatas.

Desde entonces muchas cosas han cambiado. Se han invertido los papeles y equipos latinoamericanos vienen ahora a disputar torneos de verano en España para afinar su preparación y mejorar sus ingresos. Asimismo, inmigrantes procedentes de todo el mundo han llegado a nuestro país para trabajar y tener derecho a esperar un futuro mejor para ellos y sus hijos. Una experiencia siempre difícil que los españoles conocemos bien, pues durante mucho tiempo ese fue el destino de millones de compatriotas para escapar de la miseria.

Ahora el Mundialito se juega en Madrid, en el García de la Mata, con una final apasionante que enfrenta a las selecciones de Nigeria y Uruguay, formadas por inmigrantes de estos países residentes en España. Mendonça, su talento y generosa dedicación, es quién ha hecho realidad esta magnífica iniciativa que aúna la pasión por el fútbol con la fuerza integradora del deporte en la sociedad. Como él ha dicho, el fútbol no tiene razas ni colores y es un deporte universal, porque el balón ni pide el DNI ni pregunta la nacionalidad de quién lo golpea.

El deporte, el fútbol, como elementos poderosos de socialización, deben servir para unir a las personas por encima de su diversidad étnica, cultural y religiosa. La competición deportiva ha de educar en valores que combatan el racismo y la xenofobia. Este Mundialito es una pieza más, no la única, para afirmar el mestizaje y la defensa de la diversidad como factores que enriquecen nuestra sociedad. Gracias a Mendonça y a cuantos han hecho posible con su patrocinio esta competición, que viene a decir: el deporte es de todos.

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Secretario de Estado para el Deporte