Portugal se hace mayor

Eurocopa 2004 | Portugal 2 - Holanda 1

Portugal se hace mayor

Portugal se  hace mayor

AP, AFP, Reuters

El equipo anfitrión estará por primera vez en una gran final. Figo, el mejorCarvalho pudo con Van Nistelrooy. Robben, muy gris

Nuestros vecinos de la izquierda según se mira el mapa jugarán con toda justicia la final de la Eurocopa que ellos mismos organizan y eso debería animarnos un poco aunque sólo sea porque compartimos Península y muchos de nosotros tenemos allí parientes más o menos lejanos, algún gen coincidente, pues, y en nuestros baños descansan sus toallas y somos bastantes los que aún arrastramos secuelas del huracán Queiroz. Pero a pesar de tanto lazo cuesta animarse. Portugal, selección a la que veíamos con nuestros mismos defectos y parecidas virtudes, debe ser hija del lechero, dicho con todos los respetos, porque no se nos parece en nada, ni en el caer de pestañas. Nosotros tenemos más de los holandeses, jacarandosos pero sin gol, lo que demuestra, al menos, que pusimos más de una pica en Flandes.

Holanda, que acabó el partido con tres delanteros centro, dos de ellos entre los mejores del mundo, no marcó ni un gol y cuesta recordar alguna ocasión clara. Si acortó distancias fue porque Andrade, sin pretenderlo, fue el único capaz de batir a Ricardo, portero que desde que paró el penalti del inglés Vassell y marcó después el gol que valió la clasificación se ha transformado en un hombre nuevo, un poco Stallone, como si se hubiera cortado el rabito de la boina, dicho en sentido metafórico.

El partido tuvo bastante de cinematográfico, empezando por el final, ganó el protagonista, y continuando por la intriga imprescindible que supuso el gol holandés. Pero hubo más cine. Tardamos casi 40 minutos en darnos cuenta de que Overmars es exactamente igual que Buster Keaton, bastaría vestirlo de maquinista para que el mundo lo apreciara. Cuando celebrábamos el descubrimiento, Advocaat decidió sustituirlo y dejarlo en el banquillo en la segunda parte. Con todas sus rarezas, Overmars, apellido que se podría traducir en inglés libre como alrededor de Marte (y por allí anda), abría uno de los pasillos por los que se colaba la selección holandesa. Cierto es que andaba peleado con Valente y ya había visto una tarjeta amarilla, pero no es menos verdad que le ganaba claramente la partida.

La entrada de Makaay en lugar del extremo dejó a Holanda sin un brazo y sin un camino para llegar a Van Nistelrooy. Es más, provocó un atasco en el centro del ataque, agravado por la incomparecencia del joven Robben, que tendrá pesadillas con Miguel, lateral que si aprende a jugar al fútbol un poquito puede llegar a ser fabuloso. Pero no adelantemos acontecimientos y vayamos al principio.

Portugal salió al campo con el ánimo que dan los himnos cantados y el público que los corea, es decir, enchufada. Holanda, por su parte, saltó al césped como lo hace siempre, con un cierto complejo de superioridad, sin alterarse en exceso pasara lo que pasara, sacudiéndose los arrebatos ajenos con fútbol, con buen fútbol, aunque sin derrochar.

El primero en llegar a la portería de Van der Sar fue Deco, que es un bonito muñeco sin gol ni uñas, justo lo contrario de lo que representa Luis Figo, el eterno cabreado, un futbolista en permanente guerra con el universo, pero líder fundamental cuando hay batalla y no existe quien ponga un rumbo. Una de sus internadas fue el primer aviso. Y otras varias, combinando bandas, empujaron a Portugal hasta el balcón donde se asoman los campeones. Tiene mérito tirar de ese carro cuando la velocidad no es la de antaño y sólo quedan trucos. Destaco uno: jugada por la derecha, recorte hacia dentro y rosca con la zurda como las que le metía al Madrid cuando jugaba en el Barcelona; esta vez no fue gol, sino poste.

Inspirado por Figo, no tardó en arrancarse Cristiano Ronaldo, maravillosa revelación que rebosa potencia y fruslerías. Suyo fue el gol que adelantó a Portugal, un cabezazo soberbio, de adolescente hiperhormonado, nunca los Países Bajos lo parecieron tanto. Podríamos debatir si Van der Sar debió salir a atajar el córner, pero no lo haremos, ya le crucificaremos con otros clavos.

Holanda reaccionó, pero no mucho. Siempre Davids y Overmars, nunca el que debía, Van Nistelrooy, generalmente acciones con elegancia pero con un botón en la punta de la espada. En esos minutos pudo rematar Portugal, pero Pauleta es uno de esos delanteros de los que terminan por enamorarse los centrales, así de bizcochito resulta.

En la segunda mitad, los locales se refugiaron en el contragolpe, buen sistema cuando se cuenta con dos centrales tan rápidos y seguros como Andrade y Carvalho. Cualquiera de sus cortes montaba una contra casi mortal. Un recurso aún más descarado cuando Maniche marcó el segundo tanto.

Fue en apariencia un golazo, pero en el fondo hay mucho que discutir. Van der Sar, incapaz ante los balones cruzados (ya se tragó uno de Alemania), hizo más por el mundo de las palomitas que por el de las paradas. Héroe contra Dinamarca, conociendo como funciona el reparto de suerte, debió dejar su puesto a Westerveld, el portero suplente. También debió percatarse Robben, el otro protagonista de aquella tanda de penaltis.

El tanto de Andrade dio vida al partido más fácil con el que se encontraba Portugal en todo el torneo. Pero la fuerza de los equipos se mide mejor que nunca cuando el marcador se pone en contra, piensen en España, camisa blanca de nuestra esperanza (¿o eso es el Madrid?).

No hubo asedio, no valió tanto talento para volcarse, ni siquiera para encerrar a Portugal. En esos instantes de angustia es donde se ve el grupo que se ha sido y el que se es y cuentan que la mitad de los holandeses está peleada con la otra mitad (igualitos a nosotros).

Mientras el partido se esfumaba, Deco se plantó un par de veces ante Van der Sar, sin éxito alguno y sin que nadie se diera cuenta porque Portugal ya era una fiesta, las banderas en las calles y la gente con las banderas, un país que necesitaba algo así para hacerse mayor, no es tontería, así se crece. Hasta lloró Figo, con eso les digo todo.